¿Qué es el apego patológico? Los trastornos mentales tienen una serie de características que los hacen marcadamente diferentes de las enfermedades con causas físicas por las que solemos ir al médico.
Una de ellas es el hecho de que no ocurren por un desajuste, lesión o disfuncionalidad que tienen lugar en partes concretas de nuestro cuerpo, sino que tienen como origen, al menos en parte, nuestra manera de relacionarnos con el mundo. Es decir, que lo que las desencadena no solo no está restringido a determinados órganos o tipos de células, sino que nos incluye a nosotros en nuestra totalidad como individuos y, además, nuestras interacciones con lo que hay más allá de nuestra piel.
Así pues, el modo en el que vamos desarrollando relaciones personales puede ser un elemento que proteja nuestra salud mental o, por el contrario, una fuente de problemas que nos expone más al riesgo de desarrollar trastornos mentales. Y pocos ejemplos dejan más claro este hecho que la existencia del apego patológico, un fenómeno que puede estar presente en nuestras vidas ya desde nuestra primera infancia. Veamos en qué consiste.
La importancia del apego
Empecemos explicando qué es exactamente el apego en el ámbito de la Psicología, pues el modo en el que es definido aquí es distinto al que se usa en el lenguaje popular. Por apego entendemos los patrones de comportamiento y las emociones que desde nuestros primeros meses de vida aprendemos a sostener al relacionarnos con los demás, partiendo de nuestros aprendizajes iniciales al interactuar con nuestras figuras protectoras más próximas, que suelen ser los padres y madres. Es decir, que los niños y las niñas van desarrollando uno u otro tipo de apego hacia sus cuidadores y, a partir de esos cimientos, van edificando el resto de patrones de comportamiento y de estrategias para socializar con los demás a lo largo del resto de su infancia, adolescencia y adultez.
Por ello, desde la Teoría del Apego, formulada por primera vez en la segunda mitad del siglo XX por investigadores como Mary Ainsworth o John Bowlby, estos primeros contactos entre el bebé y sus padres son muy influyentes y darán forma al modo en el que el menor “aprenderá” a relacionarse con el resto de personas, tanto en lo relativo a sus expectativas como en su manera de sentirse al estar con los demás. Desde esta perspectiva el apego no es algo compartido o que tenga lugar en dos personas a la vez, sino algo que van desarrollando todos los niños y niñas, de manera inconsciente, y que parte de sus relaciones con sus figuras de apego.
A veces, el apego que los pequeños establecen mediante sus relaciones con los cuidadores es el adecuado, surgido de una crianza que provee un equilibrio entre estabilidad emocional, protección y libertad para aprender y explorar por su cuenta. En estos casos, el niño o la niña desarrolla apego seguro, que es el tipo de apego que mejor protege su salud mental a corto y largo plazo. Sin embargo, si la crianza no es la adecuada o surgen muchas complicaciones en esta, se establece un tipo de apego no seguro, que puede dar lugar a psicopatologías y que ha sido dividido en estas categorías:
- Apego evitativo: se da cuando los cuidadores apenas hacen casos a las necesidades del niño o de la niña y suelen ignorar sus lloros o muestras de incomodidad o dolor. El menor aprende que no puede esperar nada de sus cuidadores.
- Apego ansioso: muy distinto al anterior tipo, suele aparecer a raíz de la sobreprotección y hace que este tenga dificultades para vivir de manera independiente sin sufrir mucha ansiedad.
- Apego ambivalente: surge fruto de un comportamiento inconsistente e irregular por parte de los cuidadores. El niño se siente mal al estar lejos del cuidador, pero cuando este vuelve y le atiende, lucha por volver a jugar y a moverse por su cuenta.
- Apego desorganizado: es el tipo de apego más dañino, fruto de traumas y/o abusos. El pequeño muestra sintomatología de un trastorno psiquiátrico: balanceos, movimientos repetitivos, falta de contacto visual en una edad en la que debería estar presente, etc.
¿Cuáles son las características del apego patológico?
Como hemos visto, el apego no es en sí un elemento psicopatológico, pero si se dan determinadas circunstancias durante la niñez, el tipo de apego que se desarrolla puede facilitar la aparición de trastornos. Aunque estos son variados, los problemas psicológicos que más destacan en este sentido son tres: los que se asocian a la incapacidad para establecer relaciones sentimentalmente significativas en la adultez, la tendencia a sufrir dependencia emocional, y las dinámicas de comportamiento autodestructivas, por el otro.
1. Incapacidad para establecer relaciones
Este problema no es en sí un trastorno mental, pero si se instaura demasiado en el día a día de la persona, hará que las psicopatologías aparezcan. Y es que conduce a la persona a un estilo de vida basado en el aislamiento social, uno de los principales caldos de cultivo de la depresión y los cuadros ansioso-depresivos.
Quien ha desarrollado apego evitativo asume que las relaciones sentimentales “no son para él/ella”, y no da oportunidades a los demás, a pesar de que a la vez esto le trae problemas.
2. Dependencia emocional
La dependencia emocional sí puede llegar a ser una psicopatología, y se da cuando la persona tiende a desarrollar relaciones personales muy asimétricas, marcadas por un miedo extremo al rechazo o al abandono. Por ejemplo, en las relaciones de pareja, esto hace que una de las personas lo sacrifique todo por la otra, incluso su salud física y mental, sin esperar nada a cambio, y no porque le produzca felicidad, sino por el temor a las consecuencias que tendría no actuar así.
Esta clase de complicaciones ligadas a un apego patológico se asocian al tipo de apego ansioso, pero también pueden estar presentes en el ambivalente, en cuyo caso se mezclan de manera irregular con los problemas del tipo evitativo.
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3. Tendencias autodestructivas
Las tendencias autodestructivas están muy ligadas al apego desorganizado. Estas pueden ser fruto de un trauma de la infancia, o ser una de las consecuencias de un trastorno psiquiátrico que interfiere en la capacidad para entender lo que ocurre, surgido a causa de las experiencias vividas (alucinaciones por esquizofrenia, delirios, etc.).
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Referencias bibliográficas:
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