La claustrofobia es uno de los miedos irracionales más conocidos; por eso, merece la pena conocer las características de esta alteración psicológica y el modo en el que se relaciona con la ansiedad.
Así pues, en este artículo veremos qué es la claustrofobia, cuáles son sus síntomas, y cómo se trata en psicoterapia cuando la persona se siente tan mal que necesita acudir a profesionales de la salud mental.
Las principales características de la claustrofobia
La claustrofobia es, dicho de manera rápida y resumida, un miedo injustificado a estar en lugares pequeños: habitaciones de muy pocos metros cuadrados, galerías, ascensores, cuevas, etc.
Muchas personas presentan una cierta predisposición a sentirse claustrofóbicas en su día a día; sin embargo, técnicamente solo podemos hablar de claustrofobia cuando la persona ha desarrollado un miedo patológico a estas situaciones; es decir, si ese temor daña su calidad de vida y le impide interactuar de manera normal con su trabajo, con el resto de personas, etc. Por ello, la claustrofobia es considerada un trastorno de ansiedad, y más concretamente, una fobia específica.
Síntomas
Los síntomas de la claustrofobia son los de la gran mayoría de fobias específicas, y son todos ellos de carácter ansioso. Los más importantes son los siguientes (que aparecen en pocos segundos una vez la persona se expone la estímulo fóbico, en este caso espacios reducidos):
- Aceleración del pulso
- Subida rápida de la presión sanguínea
- Sudores fríos
- Temblores
- Mareos
- Náuseas (en los casos más extremos)
- Palidez de la piel (los capilares se contraen)
- Sentimiento de que se necesita “salir de allí” urgentemente
- Tendencia a evitar a toda costa lugares pequeños
Otras fobias similares
En el mundo de las fobias es muy fácil encontrarse con todo tipo de miedos patológicos e irracionales que se solapan parcialmente entre sí, y no siempre resulta sencillo distinguir dónde termina una fobia y dónde empieza otra. Por eso, aquí daremos un breve repaso a otras fobias que pueden ser confundidas con la claustrofobia porque presentan características similares a esta.
1. Cleinofobia
La cleinofobia es la fobia a quedarse encerrado en un lugar, algo que muchas personas asumen que es más fácil que ocurra cuando están en lugares pequeños (porque hay menos accesos y/o lugares de salida).
Es necesario diferenciar la cleinofobia del malestar o desagrado normal que puede vincularse con la posibilidad de quedarse encerrado. En el caso de esta psicopatología el temor es más intenso y realmente repercute en la vida del sujeto, requiriendo de este modo tratar psicológicamente para lograr la mejora. Los síntomas característicos de esta afectación son similares a los que podemos observar en otros trastornos de ansiedad, como el aumento de la activación corporal, la conducta de evitación o el pensamiento catastrófico.
2. Agorafobia
A pesar de que muchas personas creen que la agorafobia es el miedo patológico a estar en lugares abiertos, la verdad es que en realidad esta fobia se basa en el temor a estar en un lugar en el que, si ocurre alguna crisis de salud de algún tipo, no se puede contar con ayuda ni es posible escapar. Por eso, la aparición de los síntomas pueden darse tanto en lugares a cielo abierto y muy grandes (por ejemplo, plazas en las que hay muchos estímulos y por tanto es fácil ser ignorado por la gente que podría ayudar) como muy pequeños (por ejemplo, un ascensor).
3. Pnigofobia
La pnigofobia es la fobia que se basa en el miedo extremo e injustificado a asfixiarse. En muchos casos ocurre cuando la persona que la sufre está en una habitación bastante pequeña, porque asume que en un lugar así es fácil gastar todo el oxígeno rápidamente (en algunos casos se solapa también con el miedo a quedarse encerrado).
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Tratamiento
La intervención que se ha probado eficaz para las fobias específicas es la utilizada para intervenir la claustrofobia: la exposición en vivo es la que ha mostrado mejores resultados. Esta consiste en ayudar al paciente a afrontar lo que le da miedo, dándole recursos para aprender a relajarse y para resistir el temor hasta que se habitúe al estímulo fóbico.
También es habitual que se realice una tarea de psicoeducación tanto a pacientes como a sus familiares, explicándoles las características de esta fobia y lo que pueden esperar de este trastorno (de manera que no realicen acciones que vayan en contra de los objetivos de la terapia o empeoren la situación).
Además, todo ello se complementa con estrategias cognitivas como la reestructuración cognitiva; esta consiste en facilitar que el paciente identifique y cuestione creencias que ha estado sosteniendo y que, sin darse cuenta, han estado manteniendo en pleno funcionamiento esa fobia, o hacen más complicado que la persona la supere y afronte sus miedos.
Finalmente, el tratamiento farmacológico puede utilizarse si los síntomas son muy graves o en situación de crisis, pero no como intervención continuada a largo plazo. En cualquier caso, siempre debe consumirse los psicofármacos dados con prescripción médica, y siguiendo las indicaciones del profesional de la salud que supervisa el caso particular.
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Referencias bibliográficas:
American Psychiatric Association (2013), Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (5th ed.), Arlington: American Psychiatric Publishing.