Cómo sobrellevar psicológicamente una enfermedad física
Cómo sobrellevar psicológicamente una enfermedad física. Las enfermedades físicas son mucho más que la molestia, a veces en forma de problemas de movilidad y a veces en forma de dolor, que producen a través de sus síntomas. Y es que estas alteraciones de la salud tienen implicaciones psicológicas que conviene no pasar por alto.
Y es que el modo en el que gestionamos nuestras emociones, nuestra manera de pensar y nuestros comportamientos pueden tener efectos tanto en las causas como en las consecuencias de la enfermedad física; es por ello que existe toda una rama de la Psicología, conocida como Psicología de la Salud, que se encarga de investigar y ofrecer soluciones en este ámbito.
En este artículo veremos algunos de los principales consejos a tener en cuenta para saber cómo sobrellevar psicológicamente una enfermedad física, de manera que no caigamos en dinámicas que agraven nuestro estado de salud.
A la hora de abordar enfermedades en la búsqueda de posibles soluciones, lo principal que hay que tener en cuenta es que todas las soluciones pasan por ir al médico. Los profesionales de la medicina son los únicos capacitados para comprender el alcance de una enfermedad física y aplicar medidas eficaces para tratarla. Por eso, sus indicaciones y consejos son la principal pauta a seguir, entre otras cosas porque ellos han estudiado tu caso específico.
Ahora bien, normalmente estos programas de intervención dejan espacio a incorporar otros hábitos, y es aquí donde entran en escena los consejos generales que veremos a continuación. Adáptalos a tu caso particular siempre y cuando no sean incompatibles con las indicaciones médicas hechas pensando en el problema que te afecta.
Los ejercicios de Mindfulness han mostrado ser eficaces a la hora de gestionar el dolor físico producido por las enfermedades, además de contribuir al mantenimiento de un buen equilibrio emocional. Se trata de actividades que nos invitan a centrar nuestra atención en el aquí y ahora y a no juzgar moralmente las experiencias por las que pasamos. Además, estos tienen muchas variantes, y algunas de ellas son muy fáciles de realizar (hasta el punto de que incluso los niños pequeños pueden hacerlas).
Incorpora una rutina de Mindfulness de unos 5 minutos a tu día a día, por ejemplo, justo antes de irte a dormir.
Tener muy clara la hora a la que te irás a la cama y apagarás la luz es una medida muy eficaz para dormir lo suficiente, y esto último suele resultar fundamental para sobrellevar una enfermedad física. Si no descansas las horas que tu cuerpo necesita, tenderás a desarrollar problemas de ansiedad y estrés, además de ser más sensible a los estímulos y a todo aquello que te pueda doler.
Algunas personas asumen que el hecho de tener una enfermedad es un motivo de peso para descuidar su higiene personal, ya que la prioridad sería “no salir de la cama”. Ahora bien, a no ser que el médico haya indicado lo contrario para prevenir posibles problemas al moverte, es importante que continúes con una rutina diaria de higiene tal y como lo venías haciendo. De este modo no solo estarás previniendo infecciones e inflamaciones, sino que además gozarás de un mejor equilibrio emocional y no te expondrás a la posibilidad de desarrollar hábitos de gestión del malestar que vayan en contra de tu salud (rascarte mucho, aislarte socialmente, etc.).
Los seres queridos están ahí entre otras cosas para momentos como este, en los que te encuentras en una situación de vulnerabilidad. Incluso si te cuesta encontrar a alguien que te puede ayudar en todo lo que necesites, seguramente en tu zona haya una red de voluntarios capaces de ofrecer su apoyo y su empatía a quienes lo necesiten por las complicaciones derivadas de una enfermedad. Dado que las sociedades humanas se fundamentan en la ayuda mutua, no debes ver esto como una anomalía o una señal de que “eres débil”.
En la medida en el que tu cuerpo te lo permita, involúcrate en actividades que te mantengan en marcha física y mentalmente. No caigas en la trampa de entregarte únicamente a los hábitos que no exijan ninguna clase de esfuerzo, como ver programas “ligeros” en la televisión o dormitar en el sofá. De no ser así, subirá el riesgo de que desarrolles trastornos psicológicos o psiquiátricos como la depresión, y además, este estilo de vida te permitirá centrar tu atención en otras experiencias más allá de las sensaciones que te genera la enfermedad.
Además, lo ideal es que parte de esas actividades te permitan ver tu progreso a la hora de aprender una habilidad o desarrollar una capacidad: hacer pesas, aprender un idioma, etc. Insistimos, una vez más, en que estas rutinas deben ser compatibles con las indicaciones del médico.
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Banyard, P. (2002). Psychology in practice: Health. Londres: Hodder & Stoughton Educational.
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