¿Cuándo debemos considerar ir a psicoterapia?. Puede que te hayas planteado más de una vez comenzar un proceso de psicoterapia, pero, por un motivo u otro, aquella idea quedó en palabras muertas. También habrás oído de alguna persona —o de tu propia boca— frases como por ahora no lo necesito. Y eso es válido: no tiene nada de malo decidir no acudir con un psicólogo.
No obstante, el problema reside en que desconocemos acerca de la diversidad de motivos por los cuales podemos acudir a consulta con un terapeuta. En su lugar, nos dejamos guiar por un conocimiento sedimentado, enraizado en el imaginario social de lo que supone un problema digno de ser tratado con un psicólogo. La idea de que ir a psicoterapia es para locos aún persiste, aunque no lo parezca. Por tal motivo, a continuación proponemos una serie de pautas que podrán servirte para considerar si lo que deseas es iniciar un proceso de psicoterapia.
¿Cuándo debemos considerar ir a psicoterapia?
Este es un breve resumen de los principales motivos de consulta por los que la gente va a psicoterapia.
Terapia psicológica ante las psicopatologías
Existe una amplia variedad de trastornos psicológicos descritos y clasificados en los manuales diagnósticos. Algunos son muy comunes, como la depresión mayor o la ansiedad generalizada, y otros son menos frecuentes, como la cleptomanía. En todo caso, todos merecen ser intervenidos cuanto antes mediante el trabajo de profesionales de la salud mental. A veces será suficiente ir al psicólogo, y en otros casos será necesario asistir también a la consulta del médico para iniciar un plan de toma de psicofármacos.
Por otro lado, los psicólogos también trabajamos asesorando y dando apoyo a las familias de los pacientes, y que el contexto doméstico es muy influyente en la recuperación del buen estado de la salud mental.
Psicoterapia como acompañamiento ante una pérdida
Todas las personas experimentamos, en algún u otro momento de nuestras vidas, alguna pérdida. Algunas son más evidentes puertas afuera, como la pérdida de un familiar, una mascota, o la ruptura con una pareja. Son situaciones delicadas ante las que las personas respondemos con todo un abanico de emociones: desde el enojo hasta la tristeza; desde la irritabilidad hasta la indiferencia y apatía. Y, muchas veces, acompañados por pensamientos acerca de que uno pudo haber hecho algo para revertir el destino.
Nos parece más que entendible que, ante estas situaciones delicadas o etapas de duelo, podamos necesitar la ayuda de un profesional para comenzar con psicoterapia. No obstante, existen muchas otras pérdidas ante las que nos podemos enfrentar y que pueden ser igual de dolorosas. Por ejemplo, la pérdida de un trabajo —que, en sí misma, trae consigo una carga de sufrimiento— puede conllevar la pérdida de un objetivo en el que veíamos encarnado algún valor personal. Quizás el cierre de la librería en la que solíamos trabajar no sólo implicó la pérdida de nuestro trabajo en términos económicos, sino también la pérdida del contacto diario con el grupo de compañeros o la pérdida del contacto con los clientes, el cual nos recordaba constantemente cuán necesario es para la vida la creatividad, algo valioso para nosotros.
El asunto es mucho más complejo de lo que parece a simple vista, y las personas no somos muros de piedra impenetrables: las experiencias que vivimos nos duelen. Sin embargo, en lugar de amigarnos con ese dolor, tendemos a (según desde qué perspectiva teórica se analice) negarlo, reprimirlo o evitarlo. Esto es como si estuviéramos hundiendo una pelota en el mar y esta saliese a flote una y otra vez, golpeándonos la cara con fuerza.
Cuanto más intentamos escapar de lo que nos duele, por más que creamos que hay personas que pasan por situaciones peores, más se magnifica el problema. Es complejo darnos cuenta de ello. Por tal motivo, la mirada de un profesional podría ser de utilidad para que comencemos a anoticiar los bucles en los que nos movemos sin siquiera percibirlo (y no sólo frente a situaciones de pérdida, sino también en otras áreas de nuestra vida).
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Psicoterapia para aprender a gestionar el estrés
Teniendo en cuenta los tiempos que corren, en los que nos hemos acostumbrado a llevar estilos de vida apresurados y a agendas colapsadas, no es de extrañar que nos sintamos estresados. Es importante señalar que sentir estrés no necesariamente es algo malo, ya que este implica una respuesta tanto fisiológica como psicológica ante un estímulo, en la que el organismo tiende a intentar preservar el equilibrio interno.
Necesitamos del estrés para responder a los desafíos de la vida y para perseguir aquello que es importante para nosotros.
No obstante, sentirse estresado muchas veces es percibido como displacentero, experiencia a la que Selye denominó distress. Un caso de distress con el que podemos sentirnos identificados es con el del burnout, el estado de agotamiento prolongado frente al estrés del trabajo. Cuando lo vivimos, sentimos dificultades para concentrarnos, estamos irritables y después nos cuesta conciliar el sueño. También lo sentimos en el cuerpo: el cuello tenso, las manos sudan, la respiración se acelera. Algo parecido sucede con la ansiedad, que puede ser adaptativa en tanto nos permite dar respuesta ante el ambiente, pero de prolongarse en el tiempo puede volverse problemática, o llevarnos a sentirnos ansiosos en exceso en comparación al estímulo que se nos presenta.
Es sumamente válido sentirnos estresados y ansiosos. De cierta manera, esa respuesta está anunciando que se está poniendo en juego algo que es importante para nuestras vidas. Sin embargo, cuando no contamos con herramientas para permitirnos sentir esas experiencias, podemos sentirnos desbordados. Afortunadamente, existen múltiples abordajes para el estrés y la ansiedad. Uno de ellos es el mindfulness, el cual supone aprender a ampliar nuestra atención en el momento presente y focalizarnos en las sensaciones físicas del cuerpo, permitiéndonos estar junto a ese estrés, junto a esa ansiedad. Cada vez son más los profesionales de la salud que se instruyen en esta práctica. Por lo tanto, querer aprender una manera distinta de relacionarse con estas experiencias internas es un buen motivo para considerar ir a psicoterapia.
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Psicoterapia para cuando simplemente necesites ayuda
Como hemos visto, existe una alta gama de motivos por los cuales podrías considerar ir a psicoterapia. Claro que un psicólogo podría ayudar a la recuperación de enfermedades mentales graves, pero también brindar un arsenal de herramientas con las cuales enfrentarnos a los desafíos cotidianos de la vida aunque no estemos sufriendo una patología. Todo dolor es válido. Experimentar cierto estancamiento laboral, sufrir los efectos de una crisis vital, sentirse apabullado por pensamientos intrusivos, registrar en uno mismo una manera de vincularse poco asertiva… y podríamos seguir.
En definitiva, ir a psicoterapia, ¿para quién es? Pues bien, para cualquiera que desee estar en contacto con aquello que le produce dolor y ver qué hacer con eso. La terapia psicológica siempre es beneficiosa, y tomar la decisión de iniciar este proceso acompañado por un profesional capacitado también es una señal de avance y autocuidado.
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Referencias bibliográficas:
Hofmann, S. G., Asnaani, A., Vonk, I. J. J., Sawyer, A. T., & Fang, A. (2012). The efficacy of cognitive behavioral therapy: A review of meta-analyses. Cognitive Therapy and Research, 36(5), 427-440.
Kabat-Zinn, J. (1994). Wherever you go, there you are Mindfulness meditation in everyday life. New York Hyperion.
Leahy, R. L. (2017). Cognitive therapy techniques: A practitioner’s guide. Guilford Publications.
Selye, H. (1956). The stress of life. New York: McGraw-Hill.