¿Cómo se relacionan la depresión y los trastornos alimenticios?. En los últimos años, la depresión se ha erigido como el trastorno de salud mental más presente en las consultas de especialistas. Los expertos relacionan cada vez más su aparición con la pervivencia de otros trastornos, por lo que, en estos casos, la depresión sería la consecuencia de aquellos.
En concreto, los llamados trastornos alimenticios tienen una clara relación con la depresión. Este tipo de problemas se originan como estrategia disfuncional y altamente ineficaz que pretende poner solución a creencias distorsionadas sobre nosotros mismos. Por otro lado, padecer una depresión nos hace más vulnerables a la opinión de los demás, y ello produce serios daños en nuestra autoestima, lo que repercute en el desarrollo de trastornos relacionados con la autopercepción, como es el caso de los trastornos alimenticios.
Nuestra Terapia para Trastornos de Alimentación
¿Cómo se relacionan la depresión y los trastornos alimenticios?
A continuación, vamos a tratar la relación que sostiene la depresión con los trastornos alimenticios, así como las causas que subyacen y su impacto en nuestra salud mental.
¿En qué consiste la depresión?
La depresión es un trastorno de la salud mental que tiene efectos en el estado de ánimo y en la conducta de la persona. Los factores que intervienen son muy variados (genéticos, ambientales, emocionales…), así como sus síntomas: tristeza, apatía, falta de interés hacia actividades que antaño motivaban a la persona, trastornos de sueño y de apetito, dificultad para ejecutar las tareas, etc. Como podemos ver, la depresión puede incapacitar profundamente a la persona que la sufre.
Como en todos los trastornos de la salud mental, el tratamiento para la depresión pasa por pedir ayuda a profesionales y, además, tratarla con verdadera empatía, puesto que la persona afectada se encuentra en una situación realmente difícil.
Y ¿en qué consisten los trastornos alimenticios?
Los trastornos alimenticios tienen que ver con la manera en que los afectados se relacionan con el alimento y el acto de comer. Estas relaciones generan conductas disfuncionales que pueden llegar a ser extremadamente peligrosas para la salud. La anorexia, la bulimia y el trastorno por atracón son los trastornos alimenticios más conocidos.
El denominador común de los trastornos alimenticios es una imagen distorsionada de la imagen corporal, así como un descontento hacia la misma. En base a ello, el afectado puede restringir la ingesta de alimento, desarrollar conductas de tipo compensatorio y/o episodios de ingesta descontrolada, lo que puede originar consecuencias muy graves, tanto para la salud física como para el bienestar emocional. Una correcta ayuda profesional puede reconducir este comportamiento y estabilizar emocional y físicamente a la persona.
¿Cuál es la relación entre depresión y trastornos alimenticios?
Ya hemos visto que se trata de dos tipos de trastornos muy complejos; además, su influencia es bidireccional, es decir, se influyen mutuamente. Lo detallamos a continuación.
1. Tener depresión aumenta el riesgo de desarrollar trastornos alimenticios
Si es la depresión la que está en la base, la persona afectada puede llegar a desarrollar conductas disfuncionales para mitigar su dolor, ya bien sea una ingesta excesiva de comida o, por el contrario, una restricción de esta. A través de este comportamiento, el afectado intenta retener o recuperar un cierto control de sus emociones. Además, la depresión conlleva una baja autoestima, lo que allana el camino para el desarrollo de trastornos relacionados con la imagen corporal.
2. Los trastornos alimenticios pueden conllevar depresión (o agravarla)
Por otro lado, y dentro de la relación bidireccional de la que hablábamos, los trastornos alimenticios pueden, a su vez, provocar depresión en el afectado o hacer que se agrave considerablemente. En este caso existe una parte física evidente, pues la ingesta desordenada de alimento repercute negativamente en los neurotransmisores cerebrales. Por otro lado, si nuestra autoestima depende de nuestra imagen, seremos mucho más vulnerables a las opiniones de los demás.
3. Factores comunes
Ya hemos dicho que la depresión tiene un factor genético importante como desencadenante, y lo mismo sucede con los trastornos alimenticios. Otros factores de riesgo que tienen en común son las experiencias traumáticas o la presión de la sociedad. Por todo ello, el tratamiento para ambos trastornos debe hacerse de manera integral, teniendo también en cuenta los factores que puedan estar subyacentes.
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¿Cómo prevenir ambos trastornos?
Como ya hemos comentado, la mejor manera de abordar estos trastornos es a través de un tratamiento integral. Por supuesto, una intervención a tiempo es crucial para garantizar una rápida recuperación y evitar complicaciones.
En el caso de la depresión, el tratamiento se basa en psicoterapia y antidepresivos, así como en un cambio de las rutinas y las actividades del paciente para enfocar su vida desde una perspectiva más funcional que le evite los bucles negativos.
En cuanto a los trastornos alimenticios, el tratamiento es muy específico, pues se basa en las características del trastorno en cuestión. El asesoramiento en el ámbito nutricional y el apoyo de personas cercanas al paciente, así como de terapias de grupo, contribuye a la mejora de los afectados.
En cualquier caso, la detección precoz y la prevención son esenciales a la hora de poner soluciones a estos problemas. La educación, en este sentido, es crucial, pues contribuye a fomentar una imagen positiva del propio cuerpo, a fomentar hábitos saludables de alimentación y a entender y no juzgar los trastornos mentales.
La relación entre los trastornos alimenticios y la depresión es muy estrecha y bidireccional, por lo que una de las maneras de prevenir estos problemas es fomentar una red de apoyos que aseguren una autoestima sana en todas las personas. Es, por tanto, un asunto que concierne a todos.
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