Labilidad emocional: ¿Qué es y cuáles son sus síntomas?

Labilidad emocional: ¿Qué es y cuáles son sus síntomas?

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Cuando hay cambios emocionales rápidos y/o fuertes, coloquialmente suele hablarse de “inestabilidad emocional”, “cambios de humor” o “altibajos emocionales”. En los ámbitos de la Psicología y de la Psiquiatría se suele etiquetar este hecho con el nombre de labilidad emocional. Cuando se da de manera intensa, la labilidad emocional puede suponer un gran sufrimiento y un importante obstáculo en la vida de muchas personas que lo experimentan.

Lo que muchas personas no saben es que la labilidad emocional no está considerada como un trastorno en sí misma, sino que forma parte de otros cuadros. En otras palabras: no existe un diagnóstico de labilidad emocional. Por eso en este artículo nos hemos propuesto mirar un poco más de cerca la labilidad emocional y así ver mejor cuáles son sus manifestaciones principales.

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Qué es la labilidad emocional

 A pesar de que los cambios emocionales son frecuentes tanto en cuadros clínicos como en población no clínica, existen determinados trastornos en los que se habla especialmente de labilidad emocional: algunos ejemplos son los Trastornos del Espectro Autista, el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (a pesar de que no todas las personas diagnosticadas muestran este signo) y el Trastorno Límite de la Personalidad.

Algunas teorías ponen el foco de la labilidad emocional en posibles orígenes neurológicos; sin embargo, múltiples investigaciones han hallado correlaciones significativas entre la labilidad emocional y experiencias de vida traumáticas como los malos tratos. No obstante, cada caso es único; al igual que sucede con cualquier otra dificultad psicológica, el origen puede ser multifactorial y es por ello que siempre hay que prestar atención a la historia de cada persona.

Las manifestaciones más habituales de la labilidad emocional

 Previamente hemos remarcado que la labilidad emocional no constituye por sí sola un trastorno psicológico, sino que es más bien un síntoma. Dicho esto, la labilidad emocional puede manifestarse de diferentes maneras y tiene distintos componentes más allá de los simples “altibajos” emocionales. Algunas veces tiene más que ver con la manera en la que se experimentan las propias emociones, mientras que en otras ocasiones lo problemático es la expresión de estas.

A continuación vamos a ver un breve listado con algunas de las manifestaciones más frecuentes de la labilidad emocional. Como podrás ver son en su mayoría bastante generales, por lo que es muy importante que las tomemos sólo como puntos orientativos ya que es muy fácil identificarse con casi cualquiera de ellos.

1. Activación muy intensa de las emociones

Por lo general, cuando se habla de labilidad emocional lo primero que nos viene a la mente es una alta intensidad en la vivencia de las emociones; y, hasta cierto punto, esto es algo que ocurre en muchos de los casos en los que hay labilidad emocional. Para algunas personas ocurre de manera similar con todas las emociones sin distinción, mientras que para otras se da con mayor intensidad en determinadas emociones: tristeza, enfado, alegría…

En otros casos, por el contrario, ocurre algo diferente; para algunas personas no hay necesariamente una experiencia subjetiva tan fuerte de la emoción, sino que se da una expresión exacerbada de esta (o incluso una expresión emocional que no tiene necesariamente que ver con lo que se está sintiendo en el momento). Así, algunas personas manifiestan que pueden encontrarse llorando de manera incontrolable sin saber por qué.

2. Cambios afectivos bruscos

 La labilidad emocional no se trata sólo de vivir las reacciones emocionales con cierta intensidad, sino también con una rapidez más pronunciada de lo habitual. Es decir: los intervalos entre una emoción y otra pueden ser más cortos de lo esperado. Esto se hace especialmente notable cuando se trata de emociones muy diferentes, como el clásico ejemplo de “pasar de la risa al llanto”.

Aquí hemos de decir que todas las emociones son estados transitorios y es perfectamente natural que unas emociones den paso a otras. Por eso es importante no patologizar los cambios de estado de ánimo en sí. Lo que puede resultar problemático para algunas personas es el hecho de experimentar cambios más bruscos de lo que consideran razonable o manejable entre un estado emocional y otro.

3. Falta de regulación emocional

La regulación emocional es el proceso por el cual identificamos nuestras emociones, les damos sentido y las afrontamos o modulamos. Este procedimiento no siempre resulta fácil de seguir, y puede resultar especialmente problemático cuando se experimenta labilidad emocional. Algunas personas experimentan dificultad a la hora de poner nombre a lo que sienten, o se ven incapaces de convivir con determinadas emociones.

La falta de regulación emocional puede darse en algunos casos de labilidad emocional pero no siempre ocurre. Al fin y al cabo, las habilidades para la gestión y el afrontamiento de las emociones pueden entrenarse. Hay quienes cuentan con estas herramientas de antemano y no experimentan esta falta de regulación, mientras que otras personas adquieren estas competencias cuando trabajan en sus dificultades.

4. Impulsividad

En ciertos casos, la labilidad emocional se da de manera conjunta con una cierta impulsividad a la hora de reaccionar a determinadas situaciones o tomar decisiones. Algunas personas, en momentos de alta intensidad emocional, ven afectado su comportamiento y terminan por caer en conductas impulsivas (ya sea simplemente a la hora de expresar sus emociones o con acciones con consecuencias más graves como consumir sustancias psicoactivas o incluso lesionarse y llevar a cabo intentos de suicidio).

Esto no quiere decir que la impulsividad vaya siempre de la mano con la labilidad emocional. Cada persona experimenta sus emociones de una manera diferente y no todas las personas afectadas por la labilidad emocional muestran comportamientos impulsivos. Tal y como veníamos explicando en los apartados anteriores, el término “labilidad emocional” es bastante amplio y no se trata de un síntoma necesariamente uniforme o con una forma única de manifestarse.

5. A modo de conclusión

Las emociones son estados que pueden tener intensidades bajas o moderadas pero también pueden alcanzar grados bastante altos; eso sí, dado que las emociones son “avisos” de nuestro propio organismo, todas ellas son transitorias (o sea, que tienen una duración mayor o menor pero siempre son pasajeras). Son nuestra manera de reaccionar a los eventos que ocurren, aunque a veces sean “falsas alarmas”. Esto quiere decir que todo el mundo tiene lo que se conoce como “cambios de humor” y estos no tienen por qué ser problemáticos sí o sí. Hablamos de labilidad emocional cuando esos cambios emocionales o su expresión resultan extremos para la persona y generan un malestar exacerbado.

A pesar de que existen factores fisiológicos que pueden influir en la labilidad emocional (por ejemplo, determinadas condiciones hormonales), la falta de regulación emocional suele tener mucho que ver con la falta de habilidades de afrontamiento que llevan a gestionar las emociones de manera perjudicial. La buena noticia es que estas habilidades para el manejo de las emociones pueden entrenarse; de la misma manera que las estrategias que no están funcionando suelen ser aprendidas, es posible adquirir nuevas herramientas y recursos para hacer frente a los propios estados emocionales difíciles. Con esto, lo que queremos decir es que no se trata de una cuestión innata ni mucho menos crónica.

6. La terapia puede ayudarte a regular tus emociones

El afrontamiento de determinadas emociones no tiene si quiera que llevar la etiqueta de labilidad emocional para suponer una dificultad en la vida y en las relaciones de muchas personas. En estos casos, la terapia psicológica puede servir de gran ayuda aportando herramientas como la exposición gradual a emociones desagradables y las técnicas de regulación emocional. Es un trabajo que puede resultar difícil ya que exige afrontar las reacciones emocionales sin recurrir a las estrategias de “desahogo” o de evitación que pueden resultar eficaces a corto plazo, pero al sustituirlas por técnicas que aportan mejoras a medio y largo plazo los resultados pueden ser muy beneficiosos.

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Referencias bibliográficas:

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Kim-Spoon, J., Cicchetti, D. y Rogosch, F. A. (2012). A longitudinal study of emotion regulation, emotion lability/negativity, and internalizing symptomatology in maltreated and nonmaltreated children. Child Development, 84(2), 512-527.

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autora del artículo

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Por Andrea Martínez Fernández

PSICÓLOGA - SEXÓLOGA COLEGIADA M-28412

Andrea Martínez es licenciada en Psicología por la Universidad de Deusto. Posee un Máster en Psicología Clínica Basada en la Evidencia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Salud Sexual y Psicología Clínica por la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Especialista en Terapias Contextuales (ACT, FAP y técnicas Mindfulness) por el Madrid Institute of Contextual Psychology. También se ha formado en Psicología Afirmativa en Diversidad Sexual y de Género por el Colegio Oficial de la Psicología de Madrid. Desde 2019 forma parte del equipo colaborador de Avance Psicólogos ofreciendo terapia psicológica, sexológica y de pareja con perspectiva de género. Además, ejerce como divulgadora y formadora en varias plataformas relacionadas con la Educación Sexual.

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