La persona agresiva adopta un modo de comunicarse, con las personas que le rodean, desproporcionado e inestable, en el sentido de que entiende que es necesario anteponer sus derechos a los de los demás, para conseguir su objetivo.
A menudo esta creencia viene aprendida de modelos familiares o de acontecimientos vividos que se han generalizado de forma más o menos consciente.
La persona agresiva antes o después se queda sola, si no atiende a que las necesidades del otro, el diálogo, la negociación y el respeto a sus sentimientos, no son más importantes que conquistar el objetivo.
A través de la agresividad, se establece un desequilibrio en las relaciones que conlleva un distanciamiento de la parte que se siente en inferioridad de condiciones.
Manifestaciones de la actitud agresiva
- Subir el tono de voz.
- Gritar.
- Insultos, amenazas.
- Tratar de imponer.
- Interrumpir constantemente durante la conversación sin permitir el diálogo.
De especial interés en la comunicación agresiva son los comportamientos más sutiles pero no por ello menos violentos. Pueden pasar desapercibidos, dificultando a la persona agredida defenderse:
- La ironía o el sarcasmo.
- El silencio como castigo pasivo-agresivo.
- El chantaje emocional.
- El reproche.
- Desviar la conversación hacia los “puntos débiles” del interlocutor con el fin de generarle inseguridad
Lenguaje corporal agresivo
- Hombros hacía atrás con pecho hacia adelante.
- Mirada inquisitiva.
- Señalar con el dedo.
- Aspavientos con manos y brazos, gestos amenazantes.
Es lógico pensar, que bien por miedo a que la persona agresiva sobre reaccione en el momento más inesperado, generando una situación violenta y sentimientos de indefensión o malestar, o bien porque trata de imponerse humillando al otro, las personas que le rodean le acabarán evitando.
Si a esto añadimos que ante este distanciamiento la persona agresiva responde con reproches y agresividad, es decir, volviendo a atacar, el que los demás se alejen será irremediable.
Errores cognitivos de la persona agresiva
El tipo de pensamiento o distorsión cognitiva de la persona agresiva gira en torno a creencias erróneas de desconfianza, patrones excesivamente rígidos y miedo a “perder” o mostrar “debilidad”:
- “Si no me impongo no me haré respetar”
- “No quedar por encima significa ser débil “
- “Lo importante es ganar, por encima de todo”
- “Hay que poner a la gente en su sitio”
- “La gente suele ser malintencionada”
Como un círculo vicioso, las consecuencias sobre el entorno no se harán esperar; el distanciamiento de los demás será interpretado como injusto y generará una elevada frustración que dará lugar a más manifestaciones de ira. Confirmará las creencias irracionales del tipo “la gente es malintencionada conmigo” y la autoestima bajará. Al sentirse más insegura, la persona agresiva tendrá más necesidad de “defenderse” en función a sus creencias erróneas y esto llevará al inevitable alejamiento de los demás.
La soledad se hará palpable.
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