Saber gestionar y vencer el miedo es un factor clave para disfrutar de un adecuado equilibrio emocional y mantener una buena salud mental en general. Y es que debido a la capacidad que tiene de producir malestar en nosotros, dominar o no dominar varias estrategias para relacionarnos con esta emoción puede marcar la diferencia.
Así pues, en este artículo te mostraremos varios consejos para que sepas cómo gestionar el miedo.
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¿Qué es el miedo?
El miedo es una de las emociones humanas, y como tal, está y ha estado presente en todas las sociedades humanas a lo largo de la Historia y de la prehistoria. La capacidad para sentir miedo es un rasgo psicobiológico universal, y también es el modo en el que lo expresamos a través de gestos faciales. Este hecho refleja la importancia de dicha emoción: nos ayuda a mantenernos vivos, al tener una predisposición innata a estar “en guardia” ante aquellas cosas o situaciones que nos hacen sentirnos de esa manera.
Ahora bien, el miedo no siempre es algo que nos ayude o nos lo ponga más fácil para gozar de una buena calidad de vida. A veces, aunque no nos demos cuenta, aprendemos a atraerlo hacia nosotros, o a mantenerlo durante mucho rato, en situaciones en las que simplemente nos aporta malestar. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando desarrollamos ciertos trastornos psicológicos, aunque también es posible sufrir por ello sin llegar al extremo de tener una psicopatología. Por eso, aquí haremos un repaso a varios consejos generales para gestionar el miedo adecuadamente.
Claves psicológicas para aprender a vencer el miedo
Estos son consejos generales de modulación emocional que pueden servirte de ayuda a la hora de gestionar el miedo en el día a día.
1. No intentes evitar el miedo
Cuando sientas miedo o preveas que lo vas a sentir, no intentes bloquear en tu mente esta experiencia; acepta el hecho de que te estás exponiendo a algo que te produce malestar. De este modo, evitarás frustrarte por la incapacidad de excluir totalmente de tu consciencia esta emoción y no fomentarás la sensación de pánico y de vulnerabilidad.
2. Analiza lo que te produce miedo
No te quedes en la simple experiencia de sentir miedo: piensa en los aspectos específicos que crees que están detrás del hecho de que sientas esta emoción. Aunque parezca contraintuitivo, pensar en eso no hace que el malestar aumente; por norma general, el efecto es el contrario, porque pasas a percibir la situación desde un punto de vista más intelectual o racional, y no tanto basado en tus impulsos. Además, te ayudará a adoptar una actitud constructiva a la hora de buscar una solución a lo que pasa.
3. Si notas que algo te genera un miedo infundado, aprende a afrontarlo
Si hay situaciones en las que el miedo se apodera de ti de una manera que es objetivamente excesiva, proponte ir exponiéndote a esas experiencias para acostumbrarte a ellas. Empieza por situaciones fáciles de soportar y termina por situaciones más difíciles a medida que progreses; lo importante es que no te retires o huyas durante los primeros segundos o minutos.
4. Conecta con tu lao emocional
Si aprendes a entender el porqué de tu manera de experimentar las emociones, tendrás más recursos para afrontar el miedo. Para lograrlo, te recomendamos que vayas rellenando con asiduidad un diario de emociones para expresar en palabras lo que has ido sintiendo en tu vida cotidiana.
5. Duerme bien
Dormir correctamente y las horas suficientes te hará más capaz de mantener un adecuado equilibrio emocional y a no sufrir niveles excesivos de miedo en situaciones que no lo requieren.
¿Cómo se trata de vencer el miedo psicoterapia?
La terapia psicológica ofrece un contexto en el que cada caso particular puede ser examinado por profesionales de la salud mental, lo cual es muy bueno, porque en primer lugar permite apreciar más matices en o que la persona experimenta y ayuda a distinguir el papel que el miedo y/o la ansiedad tienen en su malestar. Y es que ambos elementos no son exactamente iguales; el miedo es una emoción primaria, y la ansiedad es una reacción fisiológica y cognitiva ante situaciones percibidas como potencialmente adversas.
Diremos, pues, que ambos son reacciones que generan una activación a nivel corporal ante estímulos o situaciones que suponen una amenaza. En el caso del miedo, esta amenaza puede suponer un peligro para nuestra supervivencia. De este modo, es una reacción automática e innata que los sujetos necesitamos para sobrevivir. En cambio, la ansiedad aparece ante situaciones que el sujeto interpreta como amenazantes para sus intereses o situación social algunas circunstancias que presentan riesgos más abstractos o lejanos en el tiempo, pero sin suponer un peligro para su vida ni para su integridad física.
Del mismo modo, diremos que la naturaleza del miedo es más biológica; en contraposición, la ansiedad destaca por su componente cognitivo que guía nuestras acciones y nos lleva a plantearnos una secuencia de acciones para superar un problema de un modo algo más complejo que la simple huida, y nos predispone a interpretar y anticipar los acontecimientos.
Dada la distinción en el proceso mental que se observa, la intervención para tratar ambas experiencias también serán algo distinta, si bien, tal y como hemos visto, ni la ansiedad ni el miedo son algo malo de por sí, aunque pueden ser parte de una psicopatología si adoptan la forma de parte de la sintomatología de un trastorno, como una fobia o una clase de pensamiento delirante. Para reducir el miedo expondremos el estímulo temido al sujeto, esperando que se rompa la relación, estímulo-respuesta. En cambio, para tratar la ansiedad se ha probado eficaz, aparte de la exposición, intervenir en el componente cognitivo con la técnica de la reestructuración cognitiva.
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Referencias bibliográficas:
American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders: DSM-5. Washington, D.C: American Psychiatric Association.
Ledoux, J. (2003). The emotional brain, fear, and the amygdala. Cellular and Molecular Neurobiology. 23(4–5): pp. 727 – 738.
