control de impulsos
El control de impulsos acostumbra a ser descrito como una virtud que valoramos sobre todo desde un punto de vista moral. Sin embargo, esta perspectiva resulta un tanto superficial, porque en realidad este es uno de los factores más importantes a la hora de explicar el comportamiento de los seres humanos.
En este artículo veremos qué es y cuáles son las ventajas e inconvenientes del control de impulsos.
Como su nombre indica, el control de impulsos consiste en la capacidad de reprimir el deseo de realizar determinadas acciones, ya sea porque consideramos moralmente mala esa opción o porque eso nos distraería de otras metas más importantes.
Por otro lado, el control de los impulsos es una característica típicamente humana; en la mayoría de las especies, si un individuo tiene acceso fácil y rápido a algo que le iría bien objetivamente para satisfacer una de sus necesidades en el momento presente, realizará las acciones necesarias para gozar de sus beneficios en ese momento. En cambio, en el ser humano muchas veces este no es el caso.
¿Por qué ocurre esto? Debido a nuestra capacidad de prever las consecuencias de nuestras acciones, un tipo de operación mental muy limitado en el resto de los animales (o, al menos, en la mayoría de estos).
En muchos casos, no ceder al impulso de gozar de un recurso inmediatamente nos permite acceder a ganancias mayores a medio y largo plazo, y gracias a que podemos controlarnos, tenemos la opción de no caer en la trampa de las oportunidades desaprovechadas.
Eso sí, este rasgo no está ahí desde el nacimiento, sino que se va desarrollando a medida que nuestro sistema nervioso madura con la edad. En los niños y niñas de pocos años de edad, es prácticamente imposible resistir las ganas de comerse un caramelo incluso sabiendo que si se controlan durante unos minutos tendrán muchos más caramelos.
Además, se ha visto que el control de impulsos se asocia al nivel de inteligencia, el nivel de ingresos y estatus profesional, el nivel educativo y una menor probabilidad de tener problemas de salud.
La falta de control de impulsos implica una vulnerabilidad ante las tentaciones del aquí y ahora, es decir, estar más expuestos a las motivaciones cortoplacistas y que nos distraen de aquellas cuya recompensa no es inmediata, aunque puede ser superior a la que obtendríamos si no invirtiésemos tiempo y esfuerzo en ellas.
Por un lado, las personas con alto control de los impulsos son más capaces de realizar proyectos personales viables, dado que pueden mantenerse trabajando de manera consistente en algo, y son menos vulnerables a la procrastinación. Además, lo tienen más fácil para concentrarse al estudiar, lo cual redunda en sus resultados académicos y en sus cualificaciones para acceder a trabajos bien pagados, entre otras cosas.
Finalmente, el control de los impulsos es un elemento importante en la adopción de buenos hábitos alimenticios, y en el no uso de drogas.
Es por ello que quienes tienen menos control de los impulsos no se benefician de estas ventajas, y se exponen más a ciertos problemas, aunque eso no significa que vayan a tener necesariamente problemas psicológicos o de salud.
Además, hay varios trastornos psicológicos asociados a la falta de control de los impulsos: el TDAH, el TOC, las adicciones, la tendencia a la agresividad abrupta, la tricotilomanía, etc.
Por lo que hemos visto hasta ahora, parece que tener un muy alto control de los impulsos tenga que ser bueno en todos los casos. Sin embargo, esto no es así.
En las personas en las que este factor psicológico gana demasiado poder sobre el comportamiento, pueden surgir varias formas de malestar, y un ejemplo de esto lo tenemos en el Trastorno Obsesivo Compulsivo de la Personalidad.
Al contrario de lo que pasa en el Trastorno Obsesivo Compulsivo, en el TOCP el problema no es la falta para frenar las ganas de llevar a cabo rituales, sino la tendencia a sentirse mal si hay elementos del entorno que no están “en su sitio”. Quienes lo desarrollan son individuos extremadamente meticulosos y para quienes es son muy importante el orden y el cumplimiento de las normas; en definitiva, necesitan que la realidad se corresponda lo máximo posible con la teoría de cómo deberían ser las cosas.
Esto hace que para las personas con Trastorno Obsesivo Compulsivo de la Personalidad experimenten malestar si, por ejemplo, hay un cierto desorden en su casa, o si su ropa queda manchada y les cuesta que no se vea la mancha, etc. Como consecuencia, dedican gran parte de su tiempo a luchar contra estas pequeñas incursiones de caos en su día a día, lo cual tiene un desgaste importante en su bienestar.
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