Los 15 ejemplos de micromachismos más comunes

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Los 15 ejemplos de micromachismos más comunes. Tomar conciencia de cómo el machismo y el patriarcado nos afecta a las mujeres y a los hombres es esencial para cambiar la discriminación. En algunas partes del mundo se sufre de forma más grave y otras de manera más sutil. En la primera, podemos hablar de la violación de los derechos humanos que hay en algunos países como la práctica de la mutilación genital femenina, la prohibición del acceso a la educación, las leyes antiaborto, la gestación subrogada, la trata o los matrimonios concertados, entre otras, desgraciadamente.

De manera más sutil y en países más avanzados, tanto hombres como mujeres sufren día a día el peso del patriarcado: los hombres no lloran, las niñas de rosa y los niños de azul, los cánones de belleza asociados al género, “mujer, calladita estás más guapa”, son ejemplos de unos cuantos micromachismos que, por suerte, empezamos a ser consciente de ellos, algo muy necesario para poder erradicar la discriminación de género y, seguidamente, la violencia de género.

En este artículo, te damos algunos ejemplos de micromachismos para que puedas hacerlos conscientes.

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¿Qué son los micromachismos?

Lo primero de todo, tendremos que describir qué es el machismo y porqué utilizamos, a veces, el término micromachismo. El machismo es ese esquema que nos enseñan desde la más tierna infancia (antes incluso de nacer) en el que lo masculino queda por encima de lo femenino, es decir, es más válido, mejor y se utiliza como referencia para todo, como puede ser la ciencia, el lenguaje, etc. Esto es lo que se llama la mirada masculina. No solo se validad más lo masculino, sino que lo masculino oprime a lo femenino, o sea, no le deja espacio.

Los micromachismos, pues, son conductas de la vida cotidiana ejercidos de una manera tan normalizada e interiorizada que nos pasan desapercibidas. Porque, aunque hablemos de “micromachismos” no utilizamos el prefijo “micro” porque es algo que no es tan grave o que podamos tolerar, sino porque son sutilezas poco visibles que se encuentran en la base de lo que es la punta del iceberg, es decir, la parte visible, donde situaríamos la violación de los derechos humanos como los asesinatos a las mujeres, la MGF, la trata, etc. Es decir, los micromachismos sustentan, sin lugar a duda, el machismo y el patriarcado.

15 ejemplos de micromachismos

A continuación describiré los 15 micromachismos más comunes:

1. Mansplaining

Este concepto une las palabras inglesas “man” y “explaining”, con lo que se traduce como “hombre explicando”. Se trata de un fenómeno que se produce cuando un hombre da lecciones a una mujer en lo que ella es experta. Por ejemplo, decir que eres médico y que el hombre empiece a explicar datos básicos de medicina. Esto no es culpa de los hombres que lo hacen, sino de un sistema patriarcal que les legitima para hacerlo. Hemos sido educados en ver a las mujeres como inferiores en todos los aspectos.

2. Los espacios

Lo mismo ocurre con los espacios, donde la población masculina parece que tiene más derecho a ocuparlo. Aquí podemos hablar de la cantidad de espacio que se utiliza en los patios del colegio para que los niños jueguen al fútbol y las niñas quedaban relegadas a una esquina. También del miedo que pasan las mujeres cuando van solas por la calle, un espacio poco seguro para ellas o del manspreading concepto utilizado para cuando un hombre ocupa un asiento (ej.: el del metro o el de una grada) expandiendo sus piernas en un asiento ocupando el espacio que correspondería a la persona de al lado. En cambio, las mujeres deben ir con las piernas cruzadas.

3. Ceder el paso a la mujer

Como si la mujer no fuera capaz de abrir la puerta ella misma. Esto no ocurre únicamente con las puertas, sino con la presuposición de que las mujeres tienen menos capacidades en general en muchos ámbitos de la vida como la fuerza, la conducción, la inteligencia espacial, etc. Resulta casi inevitable no parar a preguntarse si esto es así porque es lo que aprendemos desde pequeñas y pequeños y sencillamente actuamos según se espera de cada cual según nuestro género. Es el típico “trae, ya lo hago yo”.

4. Dar la cuenta al hombre

Este es uno de los micromachismos más molestos. Hay dos personas sentadas en la mesa, una es un hombre, la otra es una mujer. Ambos piden la cuenta y y, cuando llega, el camarero o la camarera deposita el ticket al lado del hombre. Demasiadas situaciones incómodas se han visto ya cuando la mujer tiene que alargar el brazo antes de que su acompañante mire el precio y diga rápidamente: “Invito yo”.

5. Responder al hombre

Un chico y una chica entran en una tienda de videojuegos. La chica pregunta por la nueva videoconsola, qué características tiene, precio, qué tipo de juegos admite, qué tipo de conexiones tiene, etc. Aunque se ve que sabes del tema y que te interesa, la persona que te está atendiendo no puede evitar ir girando la cabeza hacia el acompañante masculino y acabar contestándole a él.

6. Los dos besos

Los hombres se saludan dándose un apretón de manos, pero ¿dónde se ha visto que dos mujeres saluden de esa forma a un hombre o incluso entre ellas? Salvo en contextos más formales (por suerte), la manera impuesta que tienen de saludar las mujeres es dando dos besos. Esto tiene que ver con los roles de género impuestos a los hombres donde la cercanía entre ellos no está bien vista, pues se cataloga de demasiado femenina. Ojalá llegue pronto el día en que puedas saludar como tú quieras, seas hombre o mujer.

7. La pareja de

Sonado fue aquel titular en el que se anunciaba la clasificación para los juegos olímpicos de Paula Badosa. En el titular se señalaba, de manera innecesaria que la tenista era ex pareja de David Broncano. Y así muchas otras mujeres conocidas tienen que soportar que se les conozca como la “pareja de”: Silvia Abril, Chenoa, Shakira, Irene Montero, etc, se les anuncia de esta manera aunque sus logros nada tengan que ver con quien tengan como pareja. Se trata de ver a las mujeres como objetos y como pertenencia de los hombres. ¿Micromachismos o deshumanización?

8. Sexualizar según la vestimenta de la mujer

Fijarse en cómo va vestida una mujer en una entrega de premios, un programa o en una discoteca y achacarlo a que quiere provocar sexualmente a un hombre (no iba a ser a otra mujer) o sencillamente comentar su aspecto y dejar de prestar atención a su discurso, que este sea menos escuchado o que ni se tenga en cuenta, ¿es micromachismo o es violencia verbal? ¿merecen las mujeres que se las desacredite por su forma de vestir?

9. Ayudar en casa

Cuando un hombre supuestamente feminista dice que “ayuda en casa” ya se está viendo que no está entendiendo bien qué es esto de la igualdad. En lo que al trabajo doméstico se refiere, se trata de hacer un reparto equitativo de las tareas y no de que cuando el hombre tenga tiempo se anime a barrer y fregar, encima como si estuviera haciéndole un favor a su madre, hermana o pareja. Lo mismo ocurre cuando decimos que un hombre es un “padrazo” cuando simplemente está implicado en la educación y cuidados de su descendencia.

10. Señora, señorita, ¿señorito?

Si hacemos reflexión sobre cómo utilizamos el lenguaje nos damos cuenta de que esto tiene que ver con el concepto de mujer objeto o mujer de. Cuando una mujer está soltera se le trata de señorita, cuando está casada de señora, ¿por qué no se les llama igual a los hombres? Esto puede parecer que ya ha quedado atrás, sin embargo, aún hoy cuando, por ejemplo, vas a hacer reserva en un hotel te piden que indiques el trato y cuando despliegas, salen estas tres opciones.

11. Hombre deseante, mujer deseada

Hablando de mujeres como objetos, como tal una mujer no debe tomar la parte activa en el sexo. Tiene que esperar a que sea el hombre quien tome la iniciativa. Por el contrario, damos por hecho que el hombre siempre va a estar disponible y dispuesto a tener sexo, lo cual ejerce una enorme presión sobre ellos.

12. Penalizar el aspecto de la mujer

La depilación, el peso, la celulitis, etc. Cuando se ve a una mujer sin depilar o con un “aspecto descuidado” se le tilda de vaga o incluso de poco higiénica. Si aplicamos la regla de la inversión, con los hombres no ocurre así.

13. Uniformes escolares

Los niños con pantalones y las niñas con faldas. Nadie se pregunta si a una niña no le gusta llevar falda, si los leotardos le son incómodos o algo tan básico como que en invierno pasan frío con esas prendas. Al revés, un niño también puede preferir llevar falsa y no pasaría nada. Una vez más, por nuestro género, no podemos elegir ni nuestra propia vestimenta.

14. Uso del lenguaje

Expresiones como “eres un nenaza” o “esto es un coñazo” son ejemplos añadidos para ver que el lenguaje, el medio que usamos para construirnos como seres humanos, legitima que lo femenino quede por debajo de lo masculino.

15. El uso de los apellidos.

En numerosas ocasiones, vemos cómo los medios de comunicación se dirigen a los hombres por su apellido (Sánchez, Iglesisas, etc.) y a las mujeres por su nombre (Isabel, Irene, Soraya) cuando quieren referirse a personas con altos cargos.

Conclusiones

Estos son numerosos ejemplos de las sutilezas, algunas no tan sutiles, de cómo el machismo sigue haciendo de las suyas y que si las seguimos normalizando la igualdad dejará de avanzar y la discriminación por género irá ganando terreno.

No perdamos de vista que esto es la base de muchos de los problemas que transcurren en nuestra sociedad actual. Ver a las mujeres como objetos nos hace normalizar cosas tan graves como la prostitución y la trata o los vientres de alquiler.

Igualmente, aunque es un problema social, no hace falta decir que influye en nuestras vidas personales, pues, más a menudo de lo que nos gustaría nos adaptamos a los roles de género sin preguntarnos si es realmente cómo queremos ser, a qué nos queremos dedicar o cómo nos queremos comportar.

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Referencias bibliográficas:

Lienas, G. (2012). El diario violeta de Carlota. Editorial Galaxia

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autora del artículo

Brenda Ruano Bodemer

PSICÓLOGA SEXÓLOGA COLEGIADA M-34490

Brenda Ruano Bodemer (Madrid, 1993) se graduó en Psicología por la UCM. Trabaja en la consulta privada desde 2016. Desde entonces, lleva formándose en distintos ámbitos de la psicología: Máster en Sexología, educación sexual, asesoramiento y terapia sexual (UCJC, IUNIVES), Máster en Psicología General Sanitaria (Universidad de Nebrija). Título en Psicología Afirmativa en Diversidad Sexual y de Género (COP). Además de la consulta privada, ha trabajado en centros de día de adicciones y, actualmente, imparte talleres de Educación Sexual en institutos y da formación a profesores sobre Educación Sexual.

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