Los 10 tipos de pensamiento más comunes según la psicología

Los 10 tipos de pensamiento más comunes según la psicología

COMPÁRTELO
Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Telegram

Los 10 tipos de pensamiento más comunes. Nuestro proceso de pensamiento nos ayuda a interpretar la realidad que nos rodea. De manera constante tenemos un diálogo interno, aunque a veces somos más conscientes de estos pensamientos y otras veces no tanto. En ocasiones estos comportamientos privados pueden ser controlables, como cuando nos hacemos autoafirmaciones, mientras que la mayor parte del tiempo son automáticos y no podemos controlarlos cuando surgen.

En este artículo analizaremos en detalle los 10 tipos de pensamiento más frecuentes que suelen darse en nuestro día a día.

Logo para botón de llamada a la acciónDescubre cómo te puede ayudar nuestra terapia psicológica

Tipos de pensamiento: Los sesgos cognitivos

Aunque tengamos un constante discurso interior, sería agotador estar constantemente analizando de manera pormenorizada la información que nos rodea. Por eso nuestro proceso de pensamiento se basa en ocasiones en el uso de heurísticos: una especie de “atajos” cognitivos con los que hacemos generalizaciones y juicios rápidos para ahorrarnos el esfuerzo que supondría utilizar el razonamiento lógico cada vez que tenemos que interpretar algún evento.

El problema de los heurísticos es que, aunque nos ahorran tiempo y esfuerzo, dan lugar a pensamientos sesgados; es decir, producen fallos en nuestro razonamiento y esto puede hacer que nuestros pensamientos estén distorsionados. Las distorsiones del pensamiento pueden tener una importante influencia en muchos de los trastornos psicológicos más comunes, así como en los problemas relacionados con la baja autoestima y las dificultades en las relaciones personales.

Artículo relacionado: Tipos de neurosis, sus síntomas y cómo buscar ayuda

Los 10 tipos de pensamiento distorsionados más habituales

Estas son algunas de las distorsiones cognitivas que más habitualmente podemos experimentar en nuestro día a día, junto con algunos ejemplos para poder identificarlas
con más facilidad. ¿Cuántas puedes reconocer?

Adivinación del futuro

¿Quién no se ha anticipado nunca a una situación que estaba por venir? A pesar de que no siempre tenemos la información necesaria para predecir el resultado más probable, con frecuencia solemos adelantarnos a los acontecimientos.

Y no sólo eso, sino que las predicciones que hacemos pueden tender al catastrofismo: pensamientos como “Voy a suspender” o “Seguro que no me eligen a mí” son anticipaciones negativas que en ocasiones usamos para protegernos. Cuando predecimos que algo saldrá mal es posible que decidamos no intentarlo, para así evitarnos el malestar que supondría vivir un posible fracaso. O también podemos utilizarnos para “prepararnos” en caso de que suceda lo peor; a esta estrategia la llamamos pesimismo defensivo. La realidad es que esto funciona sólo a corto plazo, ya que guiarnos por este tipo de pensamiento puede llevarnos a prolongar la ansiedad y paralizarnos.

Etiquetación

Seguro que te suena la expresión “colgar el sambenito”: cuando le asignamos una característica a alguien es fácil reducir a toda la persona a esa cualidad en lugar de juzgar cada comportamiento por separado. Por desgracia, existe una costumbre muy extendida de colocar etiquetas y reducir a las personas a un solo término. “Es una pesada”, “Soy un torpe”… Es fácil de reconocer por el uso del verbo “ser”.

Cuando tenemos este tipo de pensamientos tendemos a prestar más atención a los momentos en los que aparecen esos rasgos con los que nos etiquetamos (o con los que etiquetamos a otras personas. Esto sucede por efecto del sesgo de confirmación: la tendencia que tenemos los seres humanos a prestar más atención a los hechos que confirman nuestras creencias por encima de los contraejemplos que las desafían.

Lectura del pensamiento

“No les caigo bien”, “Me lo dice sólo para que me sienta mejor”… estamos constantemente tratando de adivinar los que piensa el resto de la gente. En ocasiones es para atribuirles malas intenciones, mientras que otras veces creemos poder averiguar lo que piensan sobre nosotros.

Esta distorsión está muy presente en las dificultades sociales y puede ir acompañada de comportamientos de evitación. Pero, ¿no sería más lógico preguntar a las personas directamente en lugar de hacer suposiciones constantemente?

Personalización

Como su propio nombre indica, este tipo de pensamiento tiene que ver con convertirlo todo en “algo personal”. Pongamos un ejemplo con el que casi cualquiera puede identificarse: imagina que vuelves a tener 15 años y estás caminando por la calle, cuando pasas por delante de un banco en el que hay un grupo de gente que se ríe.

¿Qué pensarías? Sería bastante probable que hubieras tenido un pensamiento de personalización como “Están riéndose de mí”. La distorsión de personalización es más habitual durante la infancia y la adolescencia, cuando nuestro pensamiento es más egocéntrico. No obstante, muchas personas adultas tienen este tipo de pensamiento a nivel social; por ejemplo, cuando al ver a una amistad con mala cara piensan “Se habrá enfadado conmigo”, a pesar de que puede que, simplemente, tenga un mal día. Para otras, este tipo de pensamiento puede estar muy centrado en la culpa; es decir, se atribuyen la responsabilidad de todos los sucesos negativos. Esto tiene que ver con el locus de control, o sea, la percepción que tenemos de la medida en que lo que sucede está bajo nuestro control. Quienes tienen un locus de control externo tenderán a pensar que están a expensas de lo que les ocurre sin poder hacer nada, cayendo en lo que se conoce como indefensión aprendida; por otro lado, que quienes tienen un locus de control interno se responsabilizarán de absolutamente todo.

Pensamiento dicotómico

También se le conoce como “pensamiento en blanco y negro” o “pensamiento de todo o nada”. Muchas veces nos encontramos verbalizando pensamientos como “Nunca me haces caso” o “Todos me tratan fatal”. Usar palabras como “siempre”, “nunca”, “todo”, “nada”, “todos/as”, “nadie”… es una señal de que podemos estar pensando en términos extremos.

Cuanto más extremos son nuestros pensamientos, más exagerados pueden ser nuestros comportamientos si les hacemos caso. Por eso es importante prestar atención al lenguaje que utilizamos en nuestro diálogo interno para detectar distorsiones como el pensamiento dicotómico, en este caso.

Imperativos

Hablar en imperativo implica dar órdenes. El pensamiento en imperativo consiste en pensar en términos de cómo consideramos que las cosas “deberían” ser o hacerse. Por eso a esta distorsión cognitiva se le conoce también con el nombre alternativo de “los deberías”.

Esto podemos dirigírnoslo de manera interna, por ejemplo, cuando tenemos pensamientos del tipo “Tendría que haberlo hecho igual de bien que mis compañeras”; o también puede ser que lo apliquemos a otras personas, como cuando pensamos “Mi pareja debería saber lo que necesito”. Cuando nos comportamos de manera acorde a estos pensamientos podemos caer en actitudes muy exigentes que generan una gran frustración. No es lo mismo guiarnos por cómo creemos que las cosas “deberían” ser sino por cómo “nos gustaría” que fuesen.

Minimización de lo positivo

Cuando decimos que una persona es “muy negativa” solemos referirnos a que da mucha importancia a los sucesos desagradables en lugar de los agradables, o a que resta relevancia a los aspectos positivos de sí misma o de las situaciones. Ejemplos de esto serían “Sí, bueno, me he sacado el carnet a la primera pero eso lo consigue mucha gente así que tampoco tiene tanto mérito” o “Lo del notable ha sido cuestión de suerte, mi hijo es un vago”.

Esto tiene que ver con el sesgo de negatividad o la tendencia psicológica que tenemos a dar más peso a los eventos negativos que a los positivos o neutros a la hora de guiar nuestro comportamiento.

Sobregeneralización

Todo el mundo sabe, en mayor o menor medida, que el hábito de generalizar puede llevarnos a caer en estereotipos y crearnos prejuicios. Sin embargo, es muy probable que de vez en cuando caigamos en este tipo de pensamiento. Un ejemplo sería cuando, tras una ruptura conflictiva alguien pueda pensar que “Las mujeres son todas iguales”; o, al escuchar una noticia descontextualizada, “No puedes fiarte de los inmigrantes”. La
tendencia a hacer generalizaciones es un fallo en el razonamiento inductivo, el proceso lógico por el que extraemos conclusiones generales a partir de ejemplos particulares.

Esto puede producirse a un nivel más personal cuando sacamos conclusiones sobre nuestras propias habilidades. Al ir por primera vez a una clase de baile sin tener ninguna experiencia, sería posible pensar “Lo he hecho fatal, esto no es lo mío” y dar por hecho que se trata de un rasgo estable en lugar de una habilidad entrenable.

Razonamiento emocional

El estado de ánimo juega un papel fundamental a la hora de interpretar los sucesos que nos ocurren. Es habitual pensar “Mi vida es insulsa, no hago nada interesante” cuando nos sentimos tristes o “El mundo es injusto” cuando nos hemos enfadado por algo.

Debemos tener siempre en cuenta que las emociones son estados transitorios, y por eso hemos de darle una credibilidad relativa a nuestros pensamientos cuando estamos experimentando estados afectivos intensos.

Recuerdo selectivo

Como he mencionado al principio de la lista, tendemos a seleccionar la información que confirma nuestras ideas y a descartar los datos que las desmienten o contradicen. En esta tendencia tiene que ver también el sesgo de disponibilidad de la memoria. No recordamos todo igual, sino que tenemos algunos recuerdos más accesibles que otros (entre otras cosas, por el impacto emocional que nos han provocado).

Un posible ejemplo sería el de la persona que piensa “Volar es muy peligroso, mi primo falleció en un accidente de avión” por haber perdido de manera traumática a un ser querido (otro ejemplo sería por haber visto una noticia de una catástrofe aérea), a pesar de que habrá recibido a lo largo de su vida muchos más datos y noticias sobre personas que mueren en accidentes de coche. Además del impacto emocional también puede influir lo reciente del recuerdo; por ejemplo, es posible pensar “Esto es lo peor que me ha pasado nunca” después de un despido laboral a pesar de haber vivido otras situaciones duras como una enfermedad grave.

Artículo relacionado: Los 15 tipos de errores de pensamiento que te amargan la vida

¿Cómo evitar estos tipos de pensamiento distorsionados?

Por desgracia, no es posible elegir los pensamientos que nos surgen ya que aparecen de manera automática. Lo que sí es posible es elegir el curso de acción que queremos seguir cuando los identificamos. Una opción sería usar el razonamiento lógico o la discusión cognitiva para elaborar juicios más realistas, mientras que otra alternativa sería observar y etiquetar los pensamientos para distanciarnos de ellos y así minimizar su influencia sobre nuestro comportamiento.

¿Buscas asistencia psicológica?

Trabajar con pensamientos distorsionados no siempre es fácil y puede requerir apoyo. Si te identificas con alguno de los puntos que hemos mencionado y te gustaría modificarlo en terapia, existen diferentes modalidades de trabajo en consulta que podrían resultarte útiles para lograr tus objetivos.

En Avance Psicólogos disponemos de un grupo formado por profesionales de diferentes ámbitos que pueden atenderte de manera especializada. Ofrecemos nuestros servicios tanto de manera presencial en nuestro local de Madrid como por videollamada. No dudes en consultarnos ante cualquier dificultad.

Logo para botón de llamada a la acciónDescubre cómo te puede ayudar nuestra terapia online

Referencias bibliográficas:

Alford, B. y Beck, A. (1998). The Integrative Power of Cognitive Therapy. Nueva York: Guilford Press.
Burns, D. (2010). Sentirse bien. Barcelona, España: Ediciones Paidós. Tipos de pensamiento.
Ellis, A. y Harper, R. (2017). Una nueva guía para una vida racional. Barcelona, España: Ediciones Obelisco.
Kahneman, D. (2021). Pensar rápido, pensar despacio. Barcelona, España: Debate.

COMPÁRTELO
Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Telegram

autora del artículo

Andrea Martínez Fernández

PSICÓLOGA - SEXÓLOGA COLEGIADA M-28412

Andrea Martínez es licenciada en Psicología por la Universidad de Deusto. Posee un Máster en Psicología Clínica Basada en la Evidencia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Salud Sexual y Psicología Clínica por la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Especialista en Terapias Contextuales (ACT, FAP y técnicas Mindfulness) por el Madrid Institute of Contextual Psychology. También se ha formado en Psicología Afirmativa en Diversidad Sexual y de Género por el Colegio Oficial de la Psicología de Madrid. Desde 2019 forma parte del equipo colaborador de Avance Psicólogos ofreciendo terapia psicológica, sexológica y de pareja con perspectiva de género. Además, ejerce como divulgadora y formadora en varias plataformas relacionadas con la Educación Sexual.

Ver todos sus artículos y credenciales

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

TE LO PONEMOS MUY FÁCIL
La primera entrevista es GRATIS
CONOCERÁS AL PSICÓLOGO CON EL QUE TRABAJARÁS.
SI NO TE CONVENCE, NO TIENES NINGÚN COMPROMISO DE SEGUIR.
Conecta con tu bienestar emocional
Contacta con tu psicólogo hoy mismo
Scroll al inicio