¿Cómo gestionar los ataques de impulsividad?. Es más que probable que, en algún momento de nuestra vida (o más de uno), hayamos actuado de forma impulsiva, con resultados que no eran para nada los que esperábamos. Y es que no siempre podemos tener presente la famosa máxima “piensa antes de actuar”; existen circunstancias en que nos dejamos arrastrar inevitablemente por las emociones y actuamos sin pensar.
Hay personas mucho más impulsivas que otras, característica que se relaciona con determinados ambientes educativos, familiares y sociales, además de con situaciones concretas de la vida cotidiana que pueden hacernos sentir más estresados y vulnerables.
El problema que entraña esta actitud son las consecuencias negativas que pueden producirse como resultado de haberse dejado llevar por el impulso; consecuencias que pueden acarrear problemas tanto en el ámbito personal como profesional. En este artículo te contamos de qué trata la impulsividad y cómo gestionar este tipo de reacciones.
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¿Qué son los ataques de impulsividad?
Los ataques de impulsividad es la facilidad de reacción a determinados estímulos sin un razonamiento previo. Esta falta de raciocinio hace que no se midan las posibles consecuencias del acto, lo que puede provocar en la persona impulsiva sentimientos de frustración y culpa por no haberse comportado de una manera adecuada.
A veces sucede que las personas impulsivas ignoran que lo son, puesto que para ellas esta es la forma normal de expresarse. A menudo, este tipo de reacciones están relacionadas con patologías como el TDAH, el trastorno bipolar o el trastorno límite de la personalidad; la persona afectada suele actuar bajo una fuerte presión, en la que no está capacitada para gestionar las emociones negativas de tristeza, rabia y desesperación, entre otras.
¿Cómo gestionar los ataques de impulsividad?
Es importante tener en cuenta que se necesita la ayuda de un profesional para tratar este tipo de problemas. Sin embargo, existen una serie de pautas que podemos tener en cuenta en nuestra vida diaria y que nos pueden ayudar.
1. Identifica qué ha provocado la reacción impulsiva
Se trata de un primer paso muy importante para aprender a gestionar este tipo de reacciones, puesto que, si no entendemos qué las ha originado, no podremos ponerle solución. Para ello, los especialistas recomiendan anotar nuestras emociones diarias, poniendo especial atención a los momentos en que hemos sido impulsivos.
Poner por escrito lo que nos pasa es una manera de identificar nuestras emociones y ponerles nombre y apellidos, lo que facilita enormemente la tarea de trabajar en ellas.
2. Planifica cómo actuar ante cada estímulo
Ahora que ya has identificado qué situación te hace reaccionar de determinada manera, es hora de planificar cómo vas a actuar a partir de ahora cuando aparezca el estímulo. Plantéate cómo responder a esa sensación que ya has anotado previamente en tu diario. Por ejemplo, si cada vez que tu jefe te llama la atención sientes que crece la ira dentro de ti, quizá es útil respirar y contar mentalmente hasta diez antes de responderle, con el objetivo de que tu contestación sea lo más acertada posible.
Recuerda que, para que estas pautas se conviertan en hábito, tienes que entrenarlas una y otra vez. Llegará un momento en que se convertirán en respuestas automáticas que aparecerán de forma natural. Al principio te costará, pero con constancia y práctica acabarás por interiorizarlas.
Es altamente recomendable (especialmente durante los primeros días) anotar estas pautas de actuación, con el fin de que puedas consultar tus notas en momentos de crisis.
3. Ejercita la respiración y la relajación
Está comprobado que una respiración diafragmática profunda calma al instante, por lo que no dudes en ponerla en práctica, sobre todo en momentos de estrés en los que detectes que puedes reaccionar de forma impulsiva.
Muy relacionadas con la respiración están las técnicas de relajación, tales como la focalización de la atención (mindfulness), la relajación muscular, la meditación o el yoga. No podemos olvidar tampoco que el deporte es también una herramienta muy útil para rebajar la tensión acumulada en tu cuerpo.
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4. Limita tu exposición a estímulos estresantes
La respuesta impulsiva está muy relacionada con el estrés; cuando no sabemos cómo gestionarlo, respondemos de forma inadecuada. Por lo tanto, evita exponerte a situaciones estresantes; al menos, antes de haber aprendido a gestionar correctamente tus respuestas.
Por ejemplo, si eres especialmente susceptible a las discusiones, evita siempre que puedas entrar en ellas. Puedes cambiar discretamente de lugar cuando veas que tus familiares o amigos se enzarzan en una discusión.
5. Si nada funciona, acude a un profesional
Si a pesar de trabajar diariamente en tus respuestas no observas mejoría, te recomendamos acudir a un terapeuta. A veces, la impulsividad es la respuesta de una situación que no se ha gestionado correctamente en el pasado y se ha enquistado en nuestra psique; también tenemos que descartar posibles patologías como el TDAH o el trastorno bipolar, entre otros.
En cualquier caso, es importante acudir a terapia cuanto antes, puesto que un exceso de impulsividad puede perjudicar nuestra vida, tanto a nivel personal como profesional. El especialista nos facilitará las herramientas necesarias para empezar a trabajar en nuestra mejora, que dependerán de su diagnóstico.
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