En terapia, es frecuente encontrarnos con familias que buscan ayuda debido a situaciones desafiantes en la convivencia con sus hijos. Muchas veces, se sienten abrumadas por la dificultad de mantener reglas y límites que a menudo se ven quebrantados, lo que conduce a un ambiente de convivencia caótico. En este contexto, abordaremos la importancia de establecer normas y límites para tus hijos, ya que estos son elementos fundamentales para crear un entorno familiar armonioso y sereno.
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Normas y límites para los hijos: ¿cómo establecerlos correctamente?
La convivencia en sociedad exige que aceptemos un conjunto de normas que permitan su funcionamiento armonioso. Estas normas son esencialmente reglas acordadas de manera colectiva por los miembros de una comunidad con el propósito de garantizar su buen desarrollo. Es importante reconocer que no todas las personas comparten las mismas normas en su entorno de convivencia. Por ejemplo, mientras que una familia puede considerar una norma no poner los pies en el sofá, otras pueden no ver necesaria esa restricción. Esto demuestra que las normas no son uniformes para todos, y varían según las creencias y valores de cada grupo o individuo.
Las normas pueden ser diferentes en cada medio familiar, y por lo tanto pueden variar de un contexto a otro; no ocurre lo mismo con los límites.
La diferencia crucial radica en el concepto de los límites. Estos representan reglas que no deben ser transgredidas y que, además, conllevan sanciones sociales. En gran medida, están relacionados con el comportamiento en sociedad. Por ejemplo, el respeto hacia los demás, la prohibición de usar lenguaje ofensivo o la necesidad de comunicarse de manera respetuosa son límites que suelen ser universales. Cuando estos límites son violados, es común que surja un rechazo tanto en el ámbito familiar como en el social.
Establecer normas y límites es importante porque, por una parte, a nivel personal, nos ayudan a manejar las situaciones de frustración y nos preparan para la convivencia, las cosas no son muchas veces como nos gustaría que fueran; y por otra parte dan seguridad en la etapa infantil y adolescente y permiten desarrollarse libremente dentro de ese entorno seguro por estar acotado, mejorando la autoestima, la empatía y en general las habilidades sociales.
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Cómo establecer normas y límites
Normalmente, establecemos normas y límites en casa desde que los niños son pequeños a través de rutinas que se van interiorizando de manera natural: lavarse las manos antes de comer, cepillarse los dientes después de cenar, recoger la habitación después de jugar o hacer la cama a diario son normas que se establecen sin necesidad de una pauta directa. Sin embargo, cuando los niños comienzan a ser más mayores, las normas y los límites se tienen que establecer de forma clara y comprensible.
Para establecer una norma hay que tener en cuenta que:
- Ser realista, no podemos exigir cosas imposibles
- Debe ser clara, hay que saber que se ha entendido
- Debe ser despersonalizada, no juzgamos a la persona sino al acto o al comportamiento
Como hemos dicho, las normas en una familia pueden ser distintas en otras y esto no hay que ponerlo en tela de juicio ni tiene que ser motivo de conflicto. Pongamos un ejemplo: Un niño comenta en casa que a su amigo Miguel le dejan ver la televisión después de cenar. En su casa tienen por norma no ver la tele después de las ocho de la tarde, pero el niño, como tiene el deseo de ver la tele, pues intenta por todos los medios conseguirlo.
¿Qué podríamos hacer? Explicarle que cada familia tiene sus normas y que no todas son las mismas sin juzgar a la otra familia, y luego en todo caso, negociar con nuestro hijo si puede o no ver la televisión ese día después de cenar.
Establecer una prioridad
Ya hemos dicho que las normas pueden ser volubles, algunas que no consideramos importantes se pueden cambiar o negociar. Para ello es interesante pensar en ellas y saber cuáles son fundamentales y cuáles no.
Si bien en la etapa infantil apenas hay negociación en las normas, durante la adolescencia es más habitual negociarlas y también es importante tener claro cual será la consecuencia de incumplirla.
Los límites, en cambio, no se modifican, son constructos que se establecen sin discusión, son una prohibición clara. Por ejemplo: no agredir a otra persona física o verbalmente; no pedir las cosas gritando y sin respeto… etc. Son generalmente normas que rigen en sociedad y que van a ser penalizadas si se incumplen también en otros contextos sociales.
La familia es el primer lugar de prueba de normas y límites, lo normal es que sea en este contexto en el que los niños intenten saltarlas o retarlas constantemente. Ahí es donde los adultos juegan el importante papel de ayudarles en el aprendizaje de las mismas con tranquilidad, empatía y amor.
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