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Los 15 tipos de errores de pensamiento que te amargan la vida

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La influencia de nuestros pensamientos sobre nuestro estado de ánimo y reacciones posteriores está ampliamente demostrado. Parece tarea fácil, pero la velocidad con la que pensamos no nos permite ser conscientes de que muchos de los pensamientos que tenemos a lo largo del día, la mayoría de hecho, son automáticos y aprendidos. Cuando a estos pensamientos reflejos se les añade una importante carga de negatividad o catastrofismo generadora de ansiedad, los denominamos “distorsiones cognitivas” o “errores de pensamiento”.

Causas de las distorsiones cognitivas

Estas distorsiones cognitivas son fruto de experiencias vividas que se instalan a nivel cognitivo, a modo de sistema de creencias que marca un “esquema de pensamiento” más o menos rígido, que sin saberlo puede estar limitándonos y generando malestar.

Un pensamiento de este tipo sería por ejemplo: “seguro que están pensando que lo que he dicho es una tontería”, que nos habla de una inseguridad en las relaciones sociales que muy bien podría tener que ver con alguna experiencia anterior y con una baja autoestima.

En otras ocasiones el esquema de pensamiento viene heredado o aprendido debido a “heridas generacionales”, es decir, se heredan esquemas de pensamiento familiares que se transmiten de padres a hijos. En estos casos, no es mi propia experiencia vital la que determina unas u otras distorsiones, sino el aprendizaje de un “modo de pensar” e interpretar el entorno que parte de la experiencia vital de nuestros padres e incluso antepasados.

Es sorprendente observar durante la terapia como a menudo, un suceso acontecido varias generaciones atrás, puede mantener esquemas rígidos de pensamiento, basados en determinadas distorsiones cognitivas sobre la generación actual. Si por ejemplo en una familia se ha vivido un suceso dramático, como pudiera ser la muerte impredecible de un hijo, se puede transmitir el miedo a que “cualquier cosa terrible puede suceder en cualquier momento”, llevando a sobreproteger a los hijos en sucesivas generaciones y poniendo de manifiesto una ansiedad generalizada aprendida. Otro ejemplo sería el de familias que mantienen una hipocondría, sin ser conscientes de que puede tener relación con la muerte súbita de un familiar o alguna enfermedad vivida generaciones atrás como traumática.

Pasemos a ver algunas de las distorsiones más frecuentes, entendiendo que en cada persona predominan unas u otras en función de su biografía y rasgos de personalidad.

 

Tipos de distorsiones cognitivas

El psicólogo estadounidense Albert Ellis fue quien desarrolló, desde 1955 la terapia cognitiva conocida como Terapia Racional Emotiva (TRE), basada en la influencia de las cogniciones sobre la emoción. Elaboró para esto una lista de distorsiones que ayudara a localizar esquemas de pensamiento erróneos, con el objetivo de facilitar su tratamiento. Apuntó varios tipos que posteriormente el psicólogo Aaron Beck ampliaría y que vamos a ver a continuación.

1. Pensamiento de “todo o nada” o dicotómico

Se interpreta a los demás y a los acontecimientos en términos absolutos, sin matices ni término medio. Expresiones características son las que incluyen: “nunca”, “jamás”, “siempre”, “todo”, “nada”.

2. Sobre-generalización

De un acontecimiento puntual generalizar a todas las situaciones. Ejemplo: “si suspendo este examen es porque no valgo para estudiar”.

3. Filtro mental o abstracción selectiva

Procesar únicamente los aspectos negativos de un acontecimiento o persona sin atender a otras características o aspectos positivos que también se están dando. Un ejemplo sería pensar “no le intereso a nadie” en una animada reunión social en la que una sola persona no me ha saludado.

4. Personalización

Atribuirse toda la responsabilidad de acontecimiento negativo o creer que cualquier cosa negativa que ocurra o se diga es por mi causa. Un ejemplo: “seguro que le caigo mal a todo el mundo, por eso están todos tan serios”.

5. Lectura de pensamiento

Creer adivinar, por el hecho de haberlo pensado, el pensamiento o intención de los demás. Ejemplo: “seguro que piensan que he dicho una tontería”.

6. Magnificación y minimización

Valorar de modo desproporcionado, sobreestimando o subestimando, un hecho, acontecimiento o actitud propia o de los demás. Ejemplos: “he hecho una exposición horrible”; “lo que me ha pasado hoy es terrible e insuperable”; “no es para tanto si te he hecho sentir mal”.

7. Pensamiento catastrofista

Lo peor puede pasar en cualquier momento, un ejemplo: “si aún no han llamado es porque han tenido un accidente”.

8. Razonamiento emocional

Interpretar los hechos en función de cómo me siento en lugar de la realidad objetiva. Ejemplos: “si siento enfado contigo es que algo me habrás hecho…”; “si siento vergüenza es porque he hecho algo de lo que avergonzarme”.

9. “Debeísmo”

Se evalúan los hechos como “deberían ser” sin contextualizar. Ejemplo: “debería haber aprobado el examen, aunque no haya podido estudiar por estar enfermo/a”.

10. Etiquetar

Evaluar y clasificar en términos absolutos en vez de atender al hecho concreto. Ejemplo: “te has portado mal en el cumpleaños, luego eres un niño malo”.

11. Culpabilidad

Atribuir la responsabilidad de mis problemas a los demás o por el contrario asumir la culpa de los problemas de los demás. Ejemplos: “me ha salido mal el ejercicio porque el profesor no sabe explicar”; “si no le hubiera invitado a dar un paseo no se habría caído, así que el accidente es por mi culpa”.

12. Sesgo confirmatorio

Interpretar los hechos de manera que encajen con lo que pienso. Ejemplo: “como imaginaba no le caigo bien porque no me ha dado dos besos al saludarme”.

13. Falacia de control

Creer que se puede controlar todo o por el contrario creer que no se tiene control sobre nada y que son los demás quienes lo ejercen. Ejemplos: “no pueden llegar tarde si yo lo organizo todo bien”; “haga lo que haga siempre pasará algo por lo que no pueda llegar a tiempo”.

14. Falacia de razón

Creer que si no tengo razón en todo pierdo mi valía, lo que lleva a interpretar el entorno y a los demás como amenazantes si no están de acuerdo conmigo, por lo que tendré que demostrar constantemente que mi opinión es la acertada.

15. Falacia de recompensa divina

Mantener la creencia de que en la medida que me sacrifico tendré una recompensa, y de lo contrario, si no lo hago, puedo ser castigado. Esta distorsión suele llevar a una constante necesidad de cumplir las expectativas del entorno y de los demás, sin tener en cuenta las propias necesidades por miedo a las consecuencias.

 

Cómo interpretar el entorno en positivo

Una vez localizadas las distorsiones que más predominan en cada uno de nosotros, se puede hacer un trabajo consciente de reajuste de pensamiento o lo que conocemos como “reestructuración cognitiva” que influirá positivamente en conductas y reacciones más adaptativas.

Los esquemas de pensamiento de cada persona, saltan de manera automática, como resortes con los que en realidad tratamos de ejercer un control sobre lo que nos rodea, con el objetivo de disminuir el sentimiento de incertidumbre que nos angustia. Esto puede llevar a que en muchas ocasiones confirmemos nuestra hipótesis como “profecía autocumplida”, manteniendo y haciendo aún más rígidos si cabe estos esquemas, por ejemplo, si personalizo y hago una lectura de pensamiento en una situación social, debido a la ansiedad que me generan estas situaciones por miedo al rechazo, presente a lo largo de mi experiencia vital, como: “seguro que piensan que lo que he dicho es una tontería, por eso nadie comenta nada”, llevará a que el resto de la velada permanezca en silencio y cada vez menos gente se dirija a mí, confirmando mi creencia de que los demás suelen rechazarme, cuando en realidad con mi actitud y lenguaje corporal estoy haciendo creer a los demás que no me interesan o que prefiero estar a solas.

Aprender a ajustar nuestro pensamiento, tratando de no empañarlo con nuestros principales miedos e inseguridades, además de darnos una visión más objetiva, nos ayuda a sentirnos bien con nuestro entorno y los que nos rodean, y por supuesto, con nosotros mismos.

 

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autora del artículo

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Por Laura Palomares Pérez

PSICÓLOGA - SEXÓLOGA COLEGIADA M-15270

Laura Palomares (Madrid, 1973) se licenció en Psicología en la por la UAM, funda y forma parte de Avance Psicólogos desde el año 1999. Amplía su formación en los siguientes ámbitos de la psicología: Título de Formadora en Sexología por el Instituto de Ciencias Sexológicas (In.Ci.Sex) Universidad de Alcalá de Henarés. Master en Sexología por el Instituto de Sexología de Madrid (In.Ci.Sex) Universidad de Alcalá de Henares. Prácticum en la Sociedad Sexológica de Madrid-Fundación SEXPOL. Título de Especialista en Terapia Gestalt, por la Fundación Laureano Cuesta en la Universidad de Comillas. Especialista en Terapia de Pareja, por el Centro Psicológico Dr. De Francisco. Diploma en Técnicas de Integración Cerebral (TIC), por el Centro de Terapias de Avanzadas. Tras 25 años de experiencia como psicoterapeuta, ahora colabora como divulgadora para medios especializados en el ámbito de la Psicología y la salud.

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