Mala relación entre hermanos: ¿cómo mejorarla?

Mala relación entre hermanos: ¿cómo mejorarla?

Normalmente damos por supuesto que los miembros de la familia mantienen un fuerte vínculo de afecto que los une. En el caso de los hermanos, este lazo emocional suele ser descrito como una relación entre personas que se ayudan mutuamente y que se dan apoyo emocional, sobre todo cuando no hay mucha diferencia de edad entre ellas. Esto hace que incluso lleguemos a usar el concepto de “hermandad” para designar a las relaciones estrechas y basadas en la solidaridad y el respeto mutuo. Decir que “esa persona es como un hermano para mí” es una manera fácil y sencilla de expresar que existe una amistad profunda.

Sin embargo, más allá de la teoría, la práctica nos dice que la mala relación entre hermanos es una realidad relativamente frecuente. ¿Qué podemos hacer para mejorarla?

Cómo mejorar la mala relación entre hermanos

Veamos ahora una serie de consejos para mejorar la relación entre hermanos. En todos los casos hay que tener en cuenta que incluso si tenemos más de un hermano o hermana y nuestro trato es malo con más de uno, estos consejos deberían ser aplicados a cada caso de manera individual, poniendo el foco en una persona cada vez, dado que cada relación es diferente y tiene sus particularidades.

1. Detectar asimetrías en la relación

El primero paso para mejorar la relación es pararse a analizar de manera honesta si el trato distante u hostil que existe entre nosotros y un hermano o hermana es fruto del mal comportamiento del otro o si ambas partes tenemos culpas comparables (no necesariamente iguales, sino comparables).

Por ejemplo, si el principal problema es que nuestro hermano menor nos pegaba durante buena parte de nuestra infancia, eso nuestra estrategia irá encaminada a ayudar a esa persona a reconocer sus errores y a reparar el daño. Pero si nosotros infringimos tanto daño en un hermano o hermana como el que nos infringió él o ella, a la hora de mejorar la relación deberemos además saber disculparnos y reparar el daño.

2. Tener claro que un ataque no anula otro ataque en sentido contrario

Sería un error pensar que todo lo malo que un hermano le hace al otro queda contrarrestado por lo malo que el segundo ejerce sobre el primero. Si fuese así, la relación que hay tras el intercambio de ataques sería la misma que hay antes de que este se haya producido, y esto, claramente, no es así.

Por eso, para mejorar la mala relación entre hermanos hay que identificar claramente como excusas inaceptables todos los pensamientos que nos vengan a la mente y que sean del estilo de “yo le hice aquella jugarreta, pero él también me hizo aquella otra, así que no tengo nada por lo que pedir perdón”. Lo cual nos lleva al siguiente punto.

3. Reconocer los errores del pasado

La relación entre hermanos suele reposar sobre muchos eventos y anécdotas que se han ido sucediendo a lo largo de los años y en las que se han podido ir acumulando importantes fuentes de resquemor y frustración. Muchas veces, la simple incapacidad para mirar hacia atrás y reconocer esos problemas o esos comportamientos inadecuados por parte de uno mismo es lo que hace que surja ese trato distante u hostil.

Si mirar a la cara a un hermano nos evoca todos esos episodios de peleas, accidentes por imprudencias o momentos de hostilidad, es difícil que la relación sea fluida y satisfactoria.

Por eso, para mejorar la relación es necesario modificar el modo en el que interpretamos esos recuerdos sobre cosas que ocurrieron hace mucho tiempo, y esto solo se puede conseguir con la voluntad de admitir errores. Hacer ver que el vínculo entre hermanos ha nacido de la nada hace relativamente poco, haciendo borrón y cuenta nueva sin haber hecho nada malo en el pasado, solo agravará la situación.

4. Dar el primer paso al mostrar vulnerabilidad

La mala relación entre hermanos se debe en parte a la lucha de Egos, un afán competitivo por ofrecer la mejor imagen de autosuficiencia y de habilidad en ciertos dominios de la vida. Pues bien; para mejorar la mala relación entre hermanos, hay que dejar de lado esta mentalidad, y dar el primer paso a la hora de mostrar nuestra vulnerabilidad.

Incluso en el caso de que no tengamos grandes motivos para pedir perdón y realmente solo queramos facilitarle a la otra persona la tarea de disculparse, para ello primero hay que mostrar que eso es importante para uno mismo, algo que en cierto modo necesitamos, porque no nos gusta el tipo de trato que tenemos con nuestro hermano o hermana.

Hay que expresar que existe este lado vulnerable en nosotros, de manera honesta, para ponérselo más fácil a la otra persona a la hora de correspondernos.

5. Mostrar fe en la buena voluntad de la otra persona

Cualquier intento de reconciliación terminará mal si desde el principio se comunica que no se confía en la otra persona, o que se tiene un bajo concepto de ella. Son actitudes que invitan a zanjar el tema deprisa y corriendo, o directamente a rechazar esa interacción, ya que es más fácil no querer saber nada del otro que intentar arreglar las cosas con alguien que dice buscar hacer las paces y a la vez se comporta como si no lo quisiera.

Por eso, aunque como hemos visto no se puede hacer ver que no han existido problemas entre nosotros y nuestro hermano o hermana, hay que actuar como si supiéramos que en ese momento puede “nacer” en la otra persona una versión de sí misma capaz de reconocer sus errores, pedir perdón y reparar el daño, incluso antes de que eso haya pasado. En psicología, las expectativas muchas veces crean la realidad; debemos contagiarle al otro nuestras expectativas de que la relación mejore.

6. Asumir los propios errores y animar a reconocer los propios

Tal y como hemos visto, hay veces en las que, de manera objetiva, la mayor parte de la responsabilidad en el deterioro de la relación entre hermanos la tiene la otra persona. Sin embargo, incluso en esos casos, es bueno mostrarnos dispuestos a reconocer errores. Errores que no necesariamente han dañado a esa otra persona de manera específica, pero errores al fin y al cabo. De esta manera, sin necesidad de pedir perdón, al menos fomentamos un clima de honestidad y de cierta intimidad.

La lógica a seguir aquí es, una vez más, dar el primer paso a la hora de despojarse de esa máscara de perfección que muchas veces se intenta mostrar ante el hermano o hermana, para que la otra persona pueda hacer lo mismo sin grandes resistencias.

7. Reparar el daño

Una vez reconocidas las responsabilidades, es momento de darle cierre a este momento de reconciliación. Y esto se puede conseguir mediante la reparación del daño, cuyo valor es más simbólico que material. La idea es que quien ha obrado mal debe realizar un cierto sacrificio para mostrar de manera objetiva que asume las consecuencias de sus malas decisiones. Esto no solo sirve para beneficiar a la parte que resultó dañada; también ayuda a que quien causó el daño no se sienta mal, y que por consiguiente el trato no quede enrarecido.

Tal y como hemos visto, si tanto nosotros como ese hermano o hermana nos portamos mal, ambos tendremos que realizar ese ritual de reparación del daño. Si es la otra persona la que se ha comportado mal, hay que proponerle esa acción de manera honesta y directa, no como una orden sino como un deseo personal para que la relación mejore, y evidentemente proponiendo un sacrificio razonable en comparación a las culpas asumidas.

 

 

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Referencias bibliográficas:

Olea, J.C. (2003). Psicología de la convivencia: aportaciones prácticas. Encuentros Multidisciplinares, pp. 1 – 7.
Sternberg, R. (2004). A Triangular Theory of Love. In Reis, H. T.; Rusbult, C. E. Close Relationships. New York: Psychology Press.

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