La infancia es una etapa clave para el desarrollo físico y psicológico, y justamente por eso es importante evitar que los más pequeños aprendan patrones de comportamiento que les resultan dañinos. En este artículo veremos una serie de claves y consejos para saber qué hacer ante los casos de niños que ven demasiada televisión, un hábito que acarrea varias consecuencias negativas para ellos.
Antes de ver qué podemos hacer como padres, madres o tutores para que los niños no se pasen el día pegados al televisor, es importante que tengamos claras las razones por las que debemos tomar cartas en el asunto. Es decir, conocer las razones por las que esta costumbre diaria es mala para ellos, más allá del rechazo general a las nuevas tecnologías que de manera ambigua e irracional difunden algunos medios de comunicación.
Así pues, los principales motivos por los que ver demasiada televisión durante la infancia es malo son los siguientes.
Pasar mucho tiempo viendo la televisión lleva hacia un estilo de vida de marcada pasividad, en el que solo importa sentarse en un lugar y mirar una pantalla. Muchas veces, incluso se come realizando esta actividad, y esto restringe el tipo de alimentos que se usan normalmente, comida preparada y ultra-procesada).
Ver durante mucho tiempo la televisión puede ser una manera de imaginarse vivir en otras realidades, de escapar de la cotidianidad de su entorno familiar o escolar, sin participar demasiado en estos últimos.
Dedicarle un tiempo excesivo a la televisión también tiene un coste de oportunidad: se deja de vivir experiencias importantes y significativas por el simple hecho de no moverse del sofá o del sillón de casa. Hay una necesidad de restringir el resto de actividades.
Si muchos padres y madres quieren saber qué hacer con los niños que ven demasiada televisión, es en parte porque ven que estos se desentienden de la realidad y viven pensando e imaginando cosas que tienen que ver con mundos ficticios, personajes que solo existen en series y películas, etc.
La necesidad de no alejarse del televisor crea limitaciones claras en el horario que el niño o niña está dispuesto o dispuesta a seguir.
Este hábito tiene repercusiones serias sobre la socialización de los pequeños, y también limita su participación en las relaciones familiares.
Cada vez que haya algo que evite que el niño o niña vea la televisión, surgirán rabietas.
Es decir, tanto físicamente (ruidos que impidan escuchar la televisión, personas que tapen parte de la pantalla) como en un sentido más abstracto (planes en familia que transcurran durante la emisión de las series y programas que le gustan), surgirá la necesidad imperiosa de que no haya nada que se interponga entre uno mismo y la pantalla.
Veamos varios consejos para saber qué hacer ante casos en los que los pequeños se van acostumbrando a dedicar buena parte del día exclusivamente a ver la televisión.
Lo primero que hay que hacer es explicarle al niño o niña cuál es nuestro punto de vista, y por qué tomaremos una serie de medidas que le obligarán a cambiar de hábitos. Hay que transmitirlo desde la calma, de manera honesta y clara, indicando varios de los motivos por los que se va a hacer: por ejemplo, las razones vistas en la sección anterior.
Hay que poner un horario que estructure la vida familiar y que sirva como criterio objetivo para saber si se está actuando bien o no con respecto al televisor.
Es mejor si no se prohíbe totalmente el uso de la televisión, dado que algo así causaría una sensación de que es totalmente imposible cumplir con esas nuevas normas de vida familiar.
Lo mejor que se puede hacer es darle al menor en cuestión una horquilla horaria en la que puede elegir cuál será el momento de ver la televisión durante un tiempo determinado. Por ejemplo, se le da a elegir cuándo empieza el momento de ver la televisión durante una hora y cuarto entre las 17 y las 20 horas.
Así, establecerá prioridades, verá que puede vivir perfectamente sin ver ciertos contenidos, y solo verá aquello que más le interese.
Por otro lado, es bueno que el resto de miembros de la familia sigan las mismas normas, si es posible; así se da ejemplo y la motivación para no intentar romper esas reglas será mayor.
Si un niño o niña se engancha al hábito de ver la televisión, es muy probable que también lo haga con otras opciones tecnológicas conectadas a Internet, como las tablets o los smartphones, dado que hoy en día es posible ver la televisión a través de la web.
Por eso, lo recomendable es también asegurarse de que su uso se rige por un horario fijo, en el que puede dedicar tiempo a navegar por internet y/o a chatear con amigos de clase, dependiendo de su edad.
Es importante comunicarle de manera frecuente lo bien que lo está haciendo, para que se mantenga la motivación por seguir manteniendo esos hábitos de vida más sanos.
Por ejemplo, se puede organizar celebraciones por buen comportamiento cuando lleguen fechas señaladas (un mes después de iniciar la aplicación del horario), y hacer que el pequeño participe en planear este evento, entre otras cosas para crear anticipación.
Si nada de lo anterior sale bien tras intentarlo durante algunas semanas, probablemente sea el momento de acudir a servicios de psicología infantil.
Seguir las pautas dadas por un profesional que haya explorado nuestro caso de manera personalizada puede ser la solución, y los resultados deberían verse muy rápidamente. Eso sí, en cualquier caso la familia y del niño o niña debería seguir estando implicada; el trabajo se hace tanto en la consulta del centro de psicología como fuera de ella.
Butterworth, G.; Harris, M. (1994). Principles of Developmental Psychology. Lawrence Erlbaum Associates.
Field, T. (2002). Infants Need for Touch. Human Development. 45 (2): 100–103.