Consecuencias de la ira: ¿Cuándo puede ser un problema y como aprender a gestionarla?

Consecuencias de la ira: ¿Cuándo puede ser un problema?

¿Cuáles son las consecuencias de la ira? La ira es una emoción intensa que aparece de manera brusca ante una situación frustrante.

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¿Qué es la ira?

Es un enfado de gran intensidad que tiene un sentido de autodefensa desatando el mecanismo de supervivencia ante un peligro de amenaza cuya misión es el ataque. Es una respuesta natural y adaptativa ante una amenaza.

  • Tiene varios grados de intensidad y se manifiesta con componentes fisiológicos (tensión muscular, aceleración del ritmo cardíaco, expresiones faciales…etc.) que predisponen a la agresión.
    Padecer un episodio de ira no es preocupante ni es destructivo, pero cuando se muestra fuera de control y aparece de manera frecuente puede provocar problemas en nuestro entorno familiar, laboral, y en las relaciones con los demás.
  • Ciertas situaciones incómodas hacen que se reaccione con ira en momentos concretos, por ejemplo ante una situación que nos resulta injusta, en una discusión con nuestro jefe, cuando conducimos y no nos ceden el paso en la carretera.
  • Tener momentos de ira de manera esporádica tiene, como hemos visto una razón de ser, pero ¿qué pasa cuando tenemos episodios recurrentes de ira ante situaciones frustrantes? A largo plazo convivir en un ambiente de irritabilidad genera descontento y afecta a nuestra relación con los otros, generando un clima de ansiedad, inseguridad e incluso depresión.
  • Las personas propensas a la ira suelen ser demandantes o exigentes, tienen baja tolerancia a la frustración y no aceptan que las cosas se realicen de otra manera diferente a la que ellas consideran. A ello se suma que la ira se aprende. En ambientes familiares donde el grito, el enfado, la falta de respeto y el exceso de autoridad se hacen patentes, provoca en los niños un aprendizaje por modelado o imitación; se aprende a comunicarse de manera errónea.

 

Consecuencias de la ira

Las consecuencias de la ira pueden ser múltiples. Vivir en un constante estado de alerta defensivo puede traer consecuencias a medio y largo plazo, así que hay que buscar motivaciones para cambiar porque:

    • Deteriora las relaciones interpersonales. Los que viven en ambientes irascibles pueden sentir temor, intimidación y baja autoestima. Los que la sufren pueden sentirse rechazados o no queridos.
    • Deteriora al que la sufre. Cuando la intensidad de la emoción baja, puede que se sientan culpables y avergonzados por sus actos.
    • Perjudica nuestra salud física y mental (altos niveles de tensión muscular y recurrentes pensamientos negativos)

 

Cuando las consecuencias de la ira se convierte en un problema

Es interesante prestar atención a nuestros enfados para intentar ver si éstos son ajustados realmente a la situación vivida.

Los ataques de ira son en general un problema cuando afectan a nuestras relaciones sociales y cuando producen un malestar excesivo. Más concretamente cuando:

    • Duran mucho tiempo y se prolongan en una rumia que no deja bajar la intensidad
    • Son muy frecuentes o recurrentes
    • Se materializan en agresiones a los demás tanto físicas como verbales
    • Aparecen en momentos poco adecuados y la persona cree que no lo va a poder evitar

 

La ira se relaciona estrechamente con la impulsividad y el bajo autocontrol; en muchas ocasiones es un síntoma de depresión y aparece con mucha frecuencia cuando se ha sufrido un trastorno de estrés postraumático.

 

Terapia: aprendiendo a gestionar la ira

Como cualquier otro cambio, el control de la ira requiere entrenamiento. Es un proceso en el que hay que estar atento a nuestras emociones y pensamientos, y se puede lograr siguiendo unas pautas. Estas pautas nos darán enseguida resultados. Para ello podemos

  • Buscar ayuda psicológica. El terapeuta nos guiará en todo el proceso a través de técnicas de relajación, habilidades sociales, autoinstrucciones y otras técnicas.
  • Pedir ayuda a otros. Las personas cercanas nos pueden dar información de nuestras reacciones y comportamientos irascibles. El punto de vista de la persona que nos aprecia puede ser un detonante importante para el cambio.
  • Escucharnos antes de que la ira nos desborde. La auto observación nos hace estar alerta y puede darnos pistas internas y externas de cómo se activa la ira.

 

“A la ira y al enfado, darles vado”  Refranero español

Ante una situación que nos provoca al final el estallido de ira (conducir, hacer una petición a nuestro jefe,…) intentaremos advertir cómo empieza, porque en ese momento es cuando podemos llegar a controlarla. Una vez que llegamos al punto álgido, resulta más difícil y recuerda que las consecuencias de la ira pueden resultar muy perjudiciales.

¿En qué tenemos que fijar nuestra atención?

Con el fin de amortiguar el sentimiento de ira y lograr tranquilizarnos, debemos prestar especial atención en:

  • Nuestros pensamientos (qué nos estamos diciendo que hace aumentar y acrecentar el enfado)
  • Las señales físicas que nos lanza nuestro cuerpo (agitación, aumento de pulsaciones, respiración acelerada, tensión muscular)
  • Indicios emocionales (inseguridad, celos, culpa, miedo, injusticia…)
  • Nuestros actos (elevamos el tono de voz, gesticulamos rápidamente, usamos el sarcasmo…)

 

Si nos damos cuenta de las señales que envía nuestro cuerpo y nuestra mente, podemos intentar realizar una serie de ejercicios que nos ayuden a bajar la intensidad de la emoción. Por ejemplo,

  • Cierre los ojos y cuente hasta diez
  • Acompañe con una respiración profunda y consciente
  • Desdramatice la situación con otros pensamientos: ”me estoy alterando por algo que realmente no es tan importante”
  • No generalice, concrete la situación para evitar etiquetas.
  • Manténgase alerta a lo que le sucede físicamente y nómbrelo mentalmente: “se me está acelerando el pulso; se me están tensando los músculos de la cara o del cuello; me estoy acalorando…”
  • Relativice la situación e intente ridiculizarla mediante el humor

 

Si consigue bajar la intensidad de la emoción, celébrelo: “no ha sido tan difícil, la cosa ha funcionado” Parar un proceso de ira aumentará nuestra autoestima y nos hará sentir mejor.

Si logra controlar la ira al principio, ante los primeros síntomas, con frecuencia ésta desaparecerá. Es habitual que al principio no nos resulte tan fácil, pero no se abrume, valore el haberlo intentando: “la próxima vez lo voy a conseguir” El tomar conciencia de nuestros pensamientos es de por sí terapéutico.

 

Cómo gestionar una situación de ira

Si vive una situación de enfado desproporcionado con una persona de su entorno (un hijo, un familiar, su pareja…) procure mantener la calma. Mantenga una postura empática o amable y evite enredarse en el problema.

Es importante mantener la escucha y que la persona enfadada sea consciente de ello, que tomamos en serio lo que le sucede.
Si la situación ya se ha desbordado, es inútil razonar, trate de comprender al otro aunque no comparta su punto de vista. A veces dejar a la otra persona un momento a solas, puede ayudar a bajar la intensidad del enfado (“cuando te tranquilices, vuelvo y hablamos de lo que ha pasado”).

Intente hacer que el otro vea la situación desde un punto de vista trivial, mediante el humor y el afecto.

Una vez ha bajado el nivel de ira, puede tratar de hablar con la otra persona para que comprenda la situación y la respuesta desproporcionada, haciéndole entender que le comprende y mostrándole otra vía más ajustada.

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